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9 de junio de 2011

La Natividad de la Virgen María


Icono de la Natividad de María
Basílica de Santa Ana. Jerusalén

Acabo de volver -prácticamente- de un viaje a Tierra Santa. Ha sido una experiencia intensa, que me ha enriquecido de un modo inesperado, acompañado de un entrañable grupo de personas y dirigido por un hombre -un sacerdote- excepcional. Allí, en los lugares donde transcurrió su vida, la figura de Jesús adquiere una trascendencia especial. No es mi intención relatar la historia del viaje. Poco a poco, durante los próximos meses, en Tiempo para la memoria, mi otro blog, intentaré exponer algunas de las emociones y las reflexiones que esta peregrinación me ha provocado, me provoca y, seguramente, me seguirá provocando.

Pero, ahora, quiero compartir este precioso icono sobre la Natividad, no de Jesús sino de su Madre. Desconozco su autor, su fecha, sus medidas o sus características técnicas. Sólo puedo decir que se encuentra en la iglesia de Santa Ana, en Jerusalén, y que me encantó en cuanto lo vi. Existen cuadros magníficos de conocidos artistas que muestran la Natividad de María, como los de Giotto, Ghirlandaio o Murillo. Ninguno con la sencilla hermosura del icono de Jerusalén.

El icono muestra a Santa Ana, madre de la Virgen María y patrona de las mujeres embarazadas, medio incorporada en la cama después del parto, y a la Niña María envuelta en pañales al modo tradicional en muchos países de la Europa del Este y el Próximo Oriente. Madre e Hija son atendidas por tres mujeres. Una de ellas, seguramente la que había ejercido las labores de comadrona, sostiene a la Niña en sus brazos y se dispone, con la ayuda de otra de sus compañeras, a llevar a cabo el baño ritual (si no lo ha hecho ya) para lo que tienen preparado todo lo necesario. La tercera mujer ofrece a la recién parida un frasco, con la intención -quizás- de que tome un reconstituyente para aliviar el sufrimiento del parto. En la parte derecha del cuadro vemos a un anciano San Joaquín, atento a lo que ocurre a su alrededor. Y a la izquierda, arriba, la presencia de un ángel testimonia la sagrada importancia del hecho que allí está ocurriendo... Tanto la Niña María como sus padres muestran el nimbo que corresponde a su santidad. 


El Nuevo Testamento no nos ofrece datos sobre el nacimiento de María. Los podemos encontrar en algunos de los apócrifos, especialmente en el llamado Protoevangelio de Santiago (del siglo II) y en diversas tradiciones. Algunas de éstas, considerando a María descendiente del Rey David, sitúan su nacimiento en Belén. Otra teoría, seguida fundamentalmente por griegos y armenios, señala Nazaret como cuna de María. Sin embargo, ya en el siglo V existía en Jerusalén un santuario bizantino, sobre el que se construyó la hermosa iglesia románica de los cruzados que todavía existe, la Basílica de Santa Ana, en cuyo interior encontramos unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda, la que podría haber sido la casa natal de la Virgen. Allí mismo empezó a celebrarse la fiesta de la Natividad, que en seguida se extendió por todo el Oriente Cristiano, y poco después por Occidente. Y allí se fijó la fecha del 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino (justo nueve meses después del 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción) para su celebración.


Es famosa la homilía pronunciada por San Juan Damasceno (675-749) un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana, que empieza así:


"¡Ea, pueblos todos, hombres de cualquier raza y lugar, de cualquier época y condición, celebremos con alegría la fiesta natalicia del gozo de todo el Universo. Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo. Ésta escuchó la sentencia divina: parirás con dolor. A María, por el contrario, se le dijo: Alégrate, llena de gracia!"


Tiempo después, en el "Siglo de Oro", aquí en España, Lope de Vega (1562-1635) escribiría los versos que copio a continuación:


Poesía a la Natividad de María

"Canten hoy, pues nacéis vos,
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Canten hoy, pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.

Digan, Señora, de vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.

Canten y digan, por vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Y nosotros, que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparemos también,
el corazón y las manos.

Vete sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios. Amén."


Enlaces de interés:


10 comentarios:

  1. Mi padre, al que se puede considerar un viajero prolífico en otros tiempos, aunque bien es verdad que nunca salió de Europa, siempre se quedó con las ganas de visitar Egipto y Tierra Santa. Bien es verdad es que si no lo hizo era porque se vivía en otros tiempos, los años 60 y 70, con viajes menos masificados y menos turísticos. Aun con todo se atrevió a viajar a Rusia y los países del Este en la época del Telón de Acero y de la Guerra Fría.

    Debe ser impactante viajar a Tierra Santa, un recorrido con sentimientos encontrados, de decepciones y de encuentros, de preguntas sin respuesta, hallazgos y convivencias. Espero un día poder llegar a hacerlo.

    Saludos

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  2. Me alegro de tu fructífero viaje a Tierra Santa, querido Francisco, y por supuesto de tu regreso a este espacio bloguero, pues se echaba de menos tu presencia.
    Un fraternal abrazo.

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  3. ¡Bienvenido a la blogosfera de nuevo, Francisco! Se nos ha hecho larga tu ausencia. Qué envidia me da ese viaje tuyo, ¡menudo lugar! Supongo que te habrás traído un cúmulo de experiencias indescriptibles ¿no?
    El icono y el poema son preciosos, por supuesto.
    Un beso grande.

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  4. Digno de elogio y admiración es ese padre, amiga Carmen, por las inquietudes sociales y culturales que manifestaba mediante sus viajes en aquéllos años, cuando viajar -ciertamente- era mucho más difícil que ahora. Estoy seguro que, como a mí, Tierra Santa le habría impresionado. Y recomiendo a todos, en cuanto sea posible, vivir esta experiencia.

    Muchas gracias por compartir conmigo tan personales recuerdos, y un cariñoso saludo.

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  5. Gracias, amigo José Manuel, por tan fraternal bienvenida. Yo también echaba de menos a los buenos amigos. Ahora tengo que ponerme al día, porque dos semanas es mucho tiempo, aquí en nuestra particular "blogosfera" y en las múltiples obligaciones que tenemos fuera de ella. Espero hacerlo sin demorarme demasiado y "volver a la normalidad".

    Un fuerte abrazo.

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  6. Siento una alegría enorme, Lola, al recibir las cariñosas palabras de amigos y amigas tan queridos como tú. ¡Es lo mejor del blog!

    Viajar me apasiona. Soy de los que disfrutan el viaje desde que se imagina hasta que se recuerda. Cada viaje tiene su idiosincrasia... y su momento. He tenido la fortuna, a lo largo de los años, por ejemplo, de bañarme en las aguas azul transparente de una cala escondida en el Mediterráneo; pasear tranquilo entre los canales y las flores de Amsterdam; ilusionarme con mis hijas en el mundo mágico de Disney; comer con pescadores en Portugal; tomar café bajo los soportales en Turín, al lado de ese río que sale siempre en los crucigramas, el Po; sentir la historia y el arte en el anfiteatro de Verona; empaparme de la elegancia medieval del lago de Garda; tomar una cerveza escuchando música de Vivaldi en la plaza de San Marcos o el batir del remo en el silencio de los canales de Venecia; sentirme pequeñito pero inmensamente humano mientras "pateaba" o me desplazaba en metro por Nueva York; subir corriendo, como Rocky, unas escaleras en Filadelfia; tumbarme en el suelo de Éfeso para contemplar la magnificencia de la Biblioteca; regatear en el Gran Bazar y asombrarme al admirar la Mezquita Azul en Estambul; pasear en burro por Petra; y, por supuesto, recorrer España entera, que es el mejor país del mundo. Pero, este último viaje a Tierra Santa, en torno al Mar de Galilea y Jerusalén, tiene un componente cultural y sobre todo espiritual que -como bien dices- resulta indescriptible... Ahora toca París, otra vez. Mi hija estará allí "de Erasmus" este verano, y habrá que visitarla.

    Pero, mientras tanto, también me encuentro muy a gusto continuando con la labor diaria, disfrutando de las cosas sencillas y de la agradable compañía de amigos como tú.

    Un beso muy grande.

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  7. Me alegro mucho de este viaje reciente por Tierra Santa, región inolvidable.
    Estuve allí en 1973 durante 15 días y no se me va el recuerdo del atardecer en Genesaret..
    Me ha encantado la poesía y el magnífico y bellísimo icono de la Natividad.
    ¡Felicidades por tan gran viaje!
    Saludos afectuosos

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  8. Ciertamente, José Julio, si cualquier viaje es apasionante, la experiencia vivida en éste va más allá de toda comparación posible. Yo también tuve la fortuna de ver esos atardeceres a orillas del Mar de Galilea y algún amanecer. Allí, junto al lago, como en ningún otro lugar, podía percibir la presencia de Jesús. Y luego Jerusalén...
    Muchísimas gracias, una vez más, por tu amabilidad y por compartir lo vivido.
    Un fuerte abrazo.

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  9. Que maravilla de viajes describes en los comentarios. Jerusalen tiene que ser impactante. No sabía que Santa Ana era la patrona de las embarazadas.
    Me parece muy interesante lo que cuentas de la Casa de María.
    Un abrazo

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  10. He tenido bastante abandonado el blog últimamente, Ana, y estaba en deuda contigo por haber tardado tanto en responder a tu comentario... Ya sabes que me gusta hacerlo. La disculpa es que no he parado. Primero fue preparar la presentación para una conferencia, para mí muy importante, sobre la medicina antigua. Luego, los traslados (más bien, parecían mudanzas) de mis hijas al final de curso... Y todo sin dejar de trabajar. Incluso, hoy domingo, me ha tocado el turno de mañana. Pero, en fin, ya he podido sentarme a escribirte.

    Viajar es una de mis pasiones. Cada viaje tiene su propia historia, que comienza durante su preparación y todavía sigue, porque continúa en los recuerdos. He tenido mucha suerte, y he disfrutado de todos ellos. El último, el de Tierra Santa, ha sido una experiencia espiritual especialmente grata. El próximo será a París. Mi hija mayor está allí, de "Erasmus", y es una buena ocasión para regresar a esa irrepetible ciudad. Siempre hemos viajado, mi mujer y yo, con ellas (con las niñas). Ahora, por primera vez, iremos a donde está una de ellas... ¡Importante novedad!

    Gracias, como siempre, por tu comentario. Todos los tuyos son parte fundamental de este blog (y del otro).
    Un beso.

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