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17 de diciembre de 2011

La Mona Lisa: un compendio de Medicina Interna


Leonardo da Vinci (1452-1519). La Mona Lisa (1503-1506)
Óleo sobre tabla de álamo. 76,8 x 53 cm.
Museo del Louvre. París


La entrada anterior de este blog, donde los ojos de la Mona Lisa presentaban la interesante iniciativa "Mírame, diferénciate", me llevó a buscar información sobre la "patobiografía" -si se me permite decirlo así- de este personaje representado en la obra maestra del gran Leonardo. El resultado ha sido impresionante: más de doscientos treinta y siete mil resultados ofrece Google en 0,37 segundos... Pero, entre tanta información, me ha llamado especialmente la atención un artículo del Dr. Martínez García (de quien tomo, incluso, el título de esta entrada) publicado en los Anales de Medicina Interna, en el año 2006. Me ha parecido tan interesante el artículo que en esta ocasión, en vez de ser yo quien escriba, que siempre lo haré peor, transcribo a continuación algunos de sus párrafos:

"En su silencioso deambular de consulta en consulta, la historia clínica de la Gioconda ha ido acumulando diagnósticos de casi todas las especialidades médicas. En 1959 el Dr. Keele, experto en la obra científica de Leonardo, diagnosticó el embarazo de la modelo al identificar en cara, cuello y manos algunos de los cambios externos originados por las típicas alteraciones hormonales de la gestación, amén de la que el autor considera postura típica: los brazos cruzados sobre el regazo; opinión recientemente compartida por el Dr. Nulland. Entre ambos, el Dr. Marañón detectó una insuficiencia ovárica, hablando de mano hipogenital con aspecto de impregnación vasculolinfática, sensación de frialdad y que dejarían fóvea al apretarlas. En relación con el embarazo y el mayor riesgo en estos casos de parálisis facial, en 1989 el Dr. Adour identificó una parálisis de Bell parcialmente recuperada, aunque con las secuelas de una leve contractura muscular facial, evidente en la comisura bucal y ceja del lado izquierdo, y una desagradable sincinesia secundaria que provocaría continuos movimientos involuntarios faciales asociados a otros voluntarios o al simple parpadeo, lo que habría hecho imposible concluir la obra y obligado a Leonardo a una indefinición de rasgos. En este mismo sentido se ha manifestado Mantkelow, mientras que el prof. Schutzenberg se decanta por una contracción levemente tetanizada de los risorios de Santorini y el gran cigomático, bien de causa congénita o adquirida. Por su parte, el Dr. Borkowski descubre bajo el labio inferior de la joven una lesión cicatricial posiblemente secundaria a un traumatismo bucal con pérdida de piezas dentales, lo que ocasionaría la ausencia de sonrisa franca y la presencia de su característica boca. A este respecto, el Dr. Gargantilla diagnostica un bruxismo por estrés, lo que obligaba a la modelo a encajar bien ambos maxilares para evitarlo, aunque también apunta la posibilidad de que el gesto se deba a una falta de piezas dentales como consecuencia de las frecuentes piorreas de la época. Por otro lado, y en relación con ese peculiar esbozo de sonrisa, se ha lanzado la hipótesis de un ennegrecimiento de las piezas dentales por el tratamiento con mercuriales de la sífilis que padecería la modelo. También comparten el bruxismo por estrés, bien del continuo posar o por el reciente fallecimiento de un hijo, el prof. Miguel Lucas y el Dr. Filippo Surano. La esclerodermia, de mayor incidencia femenina, es otra patología identificada según el aspecto tenso y adherido a planos profundos de la piel de la cara, cuello, pecho y manos, junto con finos labios y un cierto fruncimiento de la boca. El Dr. Daudén Sala, dermatólogo, deteniéndose sobre todo en la ausencia de pelo en cejas y pestañas, habla de un defluvium capillorum, una alopecia universal debida a un estrés emocional mantenido, por lo que debemos suponer que la cabellera de la modelo sería una cuidada peluca. El Dr. Dequeker, en relación con un posible xantelasma situado en la proximidad del lagrimal izquierdo y un lipoma de unos tres centímetros de largo en el dorso de la mano derecha por debajo del dedo índice, diagnostica una hiperlipemia o hipercolesterolemia familiar tan severa como para haberle ocasionado la muerte con sólo treinta y siete años. Aunque este autor no detecta la presencia de arco corneal, el especialista japonés, Dr. Nakamuro, habla de coloración débilmente amarillenta de la conjuntiva del ojo izquierdo por consumo excesivo de grasas, pero esta heterocromía del iris es interpretada por el Dr. Rodríguez Cabezas como una iridociclitis heterocrómica de Fuchs, donde se asocian la citada heterocromía, uveítis y cataratas. En cuanto al lipoma antes citado, el Dr. Santiago Tamames amplía las posibilidades de dicha lesión nodular a un fibroma, un lipofibroma o simplemente a una elevación fisiológica de la eminencia tenar por la característica disposición de las manos. En relación con esta postura, donde la mano derecha aparece como sujetando a la izquierda, dando la impresión de aferrarse al brazo de la butaca, se ha interpretado como el intento por controlar un temblos de tipo parkinsoniano o también como una siringomielia con atrofia de Aran-Duchene unilateral de esta mano izquierda, de aspecto en garra y con marcada flexión de los dedos índice, medio y anular por retracción de la aponeurosis palmar. Tomando como punto de partida su expresión facial y lo que considera un desplazamiento asimétrico de la sonrisa al lado izquierdo, el Dr. Lay-Son habla de un tic distónico perioral, que sumado a la ausencia de cejas por una posible tricotilomanía, una dificultad de la modelo para mantener la atención y la concentración, o sea, una inquietud motriz, esto último apoyado en el manido relato vasariano de los músicos, cantantes y bufones contratados por Leonardo para entretener y hacer sonreír a la modelo, diagnostica un síndrome de Gilles de la Tourette. La pseudosonrisa, como la describe el Dr. Pastore, sería en su opinión el gesto forzado por la disnea de una mujer con un cuadro de dificultad respiratoria, un estado asmático que comparte el Dr. Schiarelli y al que se añade cierto estado depresivo. Esbozo de sonrisa que Freeman identifica como típica de la sordera, el prof. Royo-Villanova de ligeramente achispada o etílica, mientras otros ven la sonrisa vacía de la estúpida felicidad presente en la oligofrenia o la debilidad mental."


¡Impresionante!


Esto es lo que ocurre si tu retrato se convierte en una de las obras de arte más importantes de la historia y está expuesto públicamente a la opinión de los médicos. Pueden decir que estás embarazada o que sufres una insuficiencia ovárica; que te han quedado secuelas de una parálisis facial; que te faltan dientes o que se te han estropeado por culpa de los tratamientos antisifilíticos y por eso no te atreves a sonreír abiertamente; por eso, o porque te lo impide el bruxismo que padeces a causa del estrés; estrés que puede haberte hecho perder el pelo o que padeces tricotilomanía; que tienes el colesterol por las nubes; te diagnostican una atrofia muscular progresiva; que no puedes evitar los tics nerviosos o el síndrome de Gilles de la Tourette; que te aqueja una grave insuficiencia respiratoria; que estás deprimida; que estás sorda; que eres oligrofénica; o, incluso, que te has pasado con la bebida (lo cual, si tenemos en cuenta que Leonardo tardó casi tres años en pintar el cuadro, da bastante que pensar).


En fin... Como el mismo Martínez García apunta: "...el resultado se manifiesta como un auténtico compendio de medicina interna. Y aunque en nuestra profesión estamos acostumbrados a las inverosimilitudes, parece bastante improbable la ocurrencia simultánea de tal cúmulo de patologías en la aparentemente joven que posó para Leonardo."


El artículo completo se puede leer pulsando sobre el siguiente enlace:




Naturalmente, nuestro habitual final musical no podía ser otro que un fragmento de la célebre ópera de Amilcare Ponchielli y Arrigo Boito, La Gioconda. Y, concretamente, su melodía más conocida: "La Danza de las Horas" (en versión Disney).


BIBLIOGRAFÍA
MARTÍNEZ GARCÍA, A. (2006): "La Mona Lisa: un compendio de Medicina Interna". An. Med. Interna, 23, 3: 139-141. [Disponible en: http://scielo.isciii.es/pdf/ami/v23n3/humanidades.pdf; consultado el 17 de diciembre de 2011].

16 de diciembre de 2011

La mirada de Mona Lisa y una nueva iniciativa con el objetivo de promover el humanismo en medicina: "Mírame, diferenciate"


Leonardo da Vinci (1452-1519). La Gioconda (1503-1506). Detalle
Óleo sobre tabla de álamo. 77 x 53 cm. (Obra completa)
Museo del Louvre. París

No creo que haya una mirada más famosa en la historia del arte que la de Mona Lisa. Más de cinco siglos han pasado desde que el genial Leonardo da Vinci la pintara y todavía hay quien quiere descubrir en ella códigos secretos. La Gioconda sigue siendo un misterio sin resolver. Pero no la traigo hoy aquí por eso. Ni siquiera, como sería más propio de este blog sobre Medicina y Arte, por esa hiperlipemia de la modelo que tantos autores han mencionado, y que se pondría de manifiesto, entre otras cosas, por un posible xantelasma en la proximidad del lagrimal izquierdo. Los ojos de Mona Lisa dan inicio a esta entrada por esa peculiaridad tan suya: la que hace que, la miremos desde donde la miremos, ella nos devuelva siempre su enigmática mirada.


Mirar a los ojos, ese sencillo gesto que por diversos motivos tantas veces falta, es lo que nos propone a los sanitarios una iniciativa promovida en Internet por un grupo de compañeros, con el fin de humanizar nuestra relación con el paciente en el ámbito de la medicina actual socializada y tecnificada. Humanizar... que no es poco. Una iniciativa a la que, desde ahora mismo, me uno.




Para saber más sobre esta iniciativa, véase: Mírame, diferénciate.

6 de diciembre de 2011

¿Aparecen un ángel y un pastor con síndrome de Down en una pintura flamenca del siglo XVI sobre "La Adoración del Niño Jesús"?


Discípulo de Jan Joest van Kalkar. "La Adoración del Niño Jesús" (c.1515)
Óleo sobre tabla. 104,1 x 71,8 cm.
The Metropolitan Museum of Art. Nueva York

Dicen que el médico británico John Langdon Haydon Down (1828-1896) se extrañaba de que nadie hubiera descrito antes de que lo hiciera él, en 1866, la anomalía que actualmente se conoce con su epónimo. ¡Claro! En su época no existía Internet, que hoy nos permite volar -más que navegar- por una inabarcable cantidad de información. Entonces, ni siquiera John Shaw Billings (1838-1913) había creado todavía, en la Library of the Surgeon General's Office, la que luego sería la Army Medical Library, que acabaría transformándose en la National Library of Medicine, la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos de América, el famoso Index Medicus, nacido en 1879, la primera gran base de datos de publicaciones científicas, el origen de MEDLINE y PubMed. Down no sabía que el francés Jean-Étienne Dominique Esquirol (1772-1840), uno de los fundadores de la psiquiatría, ya lo había hecho -aunque no con tanto detalle como él- en 1838. Ni que otro francés, Édouard Seguin (1812-1880), pionero también entre los médicos europeos que emigraron a los Estados Unidos de América para desarrollar allí su ejercicio profesional, ya había hablado de ello en diversos trabajos durante los años cuarenta del siglo XIX. Aunque no sería hasta una fecha mucho más reciente, en el año 1958, cuando otro francés más, el médico genetista Jérôme Lejeunne (1926-1994) y su equipo descubrieran la alteración cromosómica que produce la Trisomía 21.


En su "Observations on an Ethnic Classification of Idiots", un artículo publicado en 1866 -como ya se ha dicho- en la revista London Hospital Reports, Down, reconocido seguidor de las teorías darwinianas, establece una clasificación de las personas con retraso mental en función de sus características étnicas. Entre las categorías propuestas, la que se hizo más popular fue la que él denominó "idiocia mongoloide", por las similitudes faciales con las razas nómadas del interior de Mongolia. Al describir a los niños incluidos dentro de dicha categoría, entre otras cosas, escribía: "El pelo no es negro, como el de los verdaderos mongoles, sino de un color oscuro, lacio y escaso. El rostro es aplastado y ancho y carente de prominencias. [...] Los ojos están colocados de forma oblicua [...]. La hendidura palpebral es muy estrecha. [...] La nariz pequeña..."(1)


Pero, si Down no conocía los trabajos de Esquirol o Seguin, menos aún podía suponer que, a lo largo de la historia, los artistas hubieran representado en diversas ocasiones a niños que, posiblemente, estaban afectados por el síndrome que lleva su nombre. Entre esas representaciones destaca la que da inicio a esta entrada, un cuadro de principios del siglo XVI, obra de un desconocido discípulo del pintor flamenco Jan Joest (c.1455-1519), conocido como "La Adoración del Niño Jesús" (c.1515), que se encuentra en el Metropolitan Museum of Art, de Nueva York.


Este cuadro se menciona por primera vez en las revistas médicas -que sepamos- en el año 2003, en un artículo publicado por Levitas y Reid en el American Journal of Medical Genetics(2), y en otro de Dobson en el British Medical Journal(3).

En ambos artículos se señala como, al lado de la Virgen María, hay un ángel que muestra algunos de los rasgos físicos característicos de los niños con síndrome de Down: perfil facial plano, braquiocefalia (predominio del diámetro transversal de la cabeza), hendiduras palpebrales oblicuas y epicanto (repliegue cutáneo que cubre el ángulo interno de los ojos), raíz nasal deprimida, cuello corto y ancho, y manos más pequeñas de lo esperado. Características similares se pueden ver en el pastorcillo situado al fondo, arriba, en la parte central. Realmente, es imposible asegurar que el ángel y el pastor tuvieran el síndrome de Down; pero, suponiendo que así fuera, se piensa que los niños que sirvieron como modelo al desconocido pintor habrían podido formar parte de su entorno más cercano, incluso de su propia familia; donde, si no sufrían un retraso mental muy marcado, podrían haber desarrollado su vida con normalidad.


Según la prensa, en España, durante las últimas décadas, el número de nacidos con síndrome de Down ha disminuido en un 30%.(4) Sería una buena noticia si estuviésemos hablando de una enfermedad stricto sensu. Pero, somos de los que pensamos que, a pesar de la discapacidad cognitiva y las patologías asociadas que con frecuencia padecen las personas con Trisomía 21, el síndrome de Down es una anomalía genética no una enfermedad.


Cualquier momento es bueno, pero la Navidad nos parece una ocasión ideal para seguir proclamado el derecho a la vida de los no nacidos, y dedicar un recuerdo especial a esas estupendas personas que conozco con síndrome de Down. Para ellos, y para todos los que me hacen el honor de visitar este blog, sea este precioso cuadro la imagen de mi felicitación navideña. La música la pone Arcangelo Corelli, con su Concerto Grosso Op. 6 núm. 8 "Fatto per la notte di Natale", en una magnífica interpretación de la Freiburger Barockorchester.


¡FELIZ NAVIDAD y todo lo mejor para el nuevo año 2012 (que falta nos hace)!


BIBLIOGRAFÍA
(1) DOWN, J. L. H. (1866): "Observations on an Ethnic Classification of Idiots". London Hospital Reports, 3: 259-262. [Disponible en: http://th-hoffmann.eu/archiv/down/down.1866b.pdf; consultado el 6 de diciembre de 2011].
(2) LEVITAS, A. S. y REID, C. S. (2003): "An Angel with Down Syndrome in a sixteenth century Flemish Nativity painting". Am. J. Med. Gen. Part A, 116A, 4: 399-405. [Abstract disponible en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/12522800; consultado el 6 de diciembre de 2011].
(3) DOBSON, R. (2003): "Painting is earliest example of portrayal of Down's syndrome". BMJ, 326, 3: 126. [Disponible en: http://www.bmj.com/content/326/7381/126.3.full; consultado el 6 de diciembre de 2011].
(4) RUIZ DEL ÁRBOL, M. (2008): "El aborto hace caer el síndrome de Down. El número de nacidos con la anomalía se reduce un 30%". El País.com. [Disponible en: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/aborto/hace/caer/sindrome/Down/elpepisoc/20080519elpepisoc_5/Tes; consultado el 6 de diciembre de 2011].


ENLACES DE INTERÉS
CALHEIROS VIANA, R. (2011): "Síndrome de Down numa Pintura do Séc. XVI". Arte Médica. [Disponible en: http://medicineisart.blogspot.com/2011/03/sindrome-de-down-numa-pintura-do-sec.html; consultado el 6 de diciembre de 2011].

19 de noviembre de 2011

Una arteritis de la temporal pintada por Piero di Cosimo


Piero di Cosimo (1462-1521). Retrato de Francesco Giamberti (c.1482)
Óleo sobre tabla. 47,5 x 33,5 cm.
Rijksmuseum. Amsterdam

Piero di Cosimo me parece un pintor fascinante. De su vida no se sabe mucho más de lo que escribió Vasari en su libro Le vite d' più eccelente pittori, scultori et architettori; aunque sólo eso es suficiente para provocar el deseo de profundizar en su conocimiento. De su obra sólo conozco todavía algunos cuadros, entre los cuales hay varios de interés para el médico aficionado al arte. Es mi propósito dedicarle una serie de entradas a este poco conocido pintor florentino, en las que se expongan aquellos aspectos de su vida y de su obra que más me han llamado la atención.


Para empezar, se puede decir que Piero de Cosimo, nació en la Florencia de los Medici el 2 de enero de 1462, diez años después que el gran Leonardo; pero, a diferencia de éste, murió en esa misma ciudad -según recientes investigaciones, durante una epidemia de peste- el 12 de abril de 1522. Su verdadero nombre era Piero di Lorenzo, pero nunca fue conocido en el mundo artístico de otra manera que con el patronímico de su maestro Cosimo Roselli.


Piero di Cosimo no debía tener más de veinte años cuando pintó el retrato de Francesco Giamberti (1405-1480), ebanista, constructor y músico que trabajo para los Medici desde los tiempos de Cosimo, el fundador de la dinastía. El retrato, basado probablemente en una máscara funeraria, fue un encargo del hijo de Giamberti, Giuliano da Sangallo, para formar pareja con su su propio retrato, y nos muestra a un personaje de avanzada edad con claras referencias a algunas de sus profesiones. En la base del cuadro vemos una partitura, como músico que fue, y al fondo, en el ondulado paisaje toscano, algunos edificios que representan su oficio de constructor. Sorprende el cuidado que pone el pintor en cada detalle de la cara: los labios finos, la boca hundida, la prominente nariz, la oreja doblada bajo el peso de su gorro, las profundas arrugas que surcan la frente y el rostro, y otras más pequeñas en las comisuras de los labios y los párpados, las canas... Tanto es así que podemos observar perfectamente esas "venas en las sienes", que señalan algunos críticos, y que -en realidad- se trata de una evidente arteritis de la temporal, que podemos ver en una imagen ampliada a continuación:

Piero di Cosimo (1462-1521). Retrato de Francesco Giamberti (c.1482)
Óleo sobre tabla. 47,5 x 33,5 cm.
Rijksmuseum. Amsterdam

Detalle donde se observa la arteritis de la temporal en la sien izquierda

La arteritis de la temporal (llamada también arteritis craneal o arteritis de células gigantes) es una enfermedad que provoca una inflamación de dicha arteria (pueden afectarse también otras arterias, en especial las que proporcionan sangre a la cabeza y los ojos) que corre sobre la sien, cerca de la oreja. Se desconoce la causa exacta que la origina, pero se considera que se debe a una reacción autoinmune en las paredes de las arterias afectadas. Se desarrolla casi exclusivamente en personas de más de cincuenta años de edad. Los síntomas de esta enfermedad varían según los pacientes, pero con frecuencia incluyen:
  • Dolor de cabeza, ligero o intenso y que puede ser pulsátil.
  • Ceguera o manchas ciegas en un ojo o visión borrosa o doble.
  • Dolor en la mandíbula, en especial al masticar o al hablar.
  • Dolor y rigidez en el cuello y en el hombro.
  • Fatiga y pérdida de peso.
  • Fiebre.
En la actualidad, el tratamiento con corticoides suele controlarla eficazmente, pero en tiempos de Francesco Giamberti no existía tratamiento, por lo que debió sufrir los dolores que hemos enumerado y, entre otros síntomas, una importante afectación visual.


No he podido localizar en Internet ningún ejemplo de la música de Giamberti, pero sí de otros autores de la época, como éste de Cipriano de Rore, prominente compositor de madrigales, considerado como uno de los creadores de la música italiana del Renacimiento aunque fuera flamenco de nacimiento.


Enlaces de interés. Sobre otras pinturas donde se observa una arteritis de la temporal:
CALHEIROS VIANA R.(2011): "Arterite Temporal e Polimialgia Reumática numa Pintura de 1436". Arte Médica [Disponible en: http://medicineisart.blogspot.com/2011/04/arterite-temporal-e-polimialgia.html; consultado el 19 de noviembre de 2011].

29 de octubre de 2011

Reseña: Sobre una posible oftalmopatía de Graves en "El Juicio Final", de Miguel Ángel, por Renata Calheiros Viana


Michelangelo Buonarroti (1475-1564). El Juicio Final (1537-1541) (detalle)
Fresco
Capilla Sixtina. Ciudad del Vaticano
 

El objetivo principal de este blog, Medicina y Arte, es publicar libremente mis propios textos sobre la apasionante relación que ha existido y existe entre ambas materias. Pero un blog, además de servir como medio de expresión personal, puede ser una excelente herramienta para la comunicación y la difusión del conocimiento. Esa es la intención al iniciar, aquí y ahora, una nueva sección donde, como siempre se ha hecho en las publicaciones periódicas, con el título general de "reseñas", comentaré -de cuando en cuando- alguna entrada de contenido médico-artístico publicada en cualquiera de los blogs que visito, que me haya interesado especialmente y crea que pueda interesarle también a otros; insertando al final -como es natural- el correspondiente enlace a su publicación original.

Renata Calheiros Viana
Y la primera "reseña" nos lleva al blog de Renata Calheiros Viana, Arte Médica. Renata es una estudiante brasileña de 6º de Medicina (si no me equivoco) que desde el 8 de mayo de 2010, cuando empezó a publicar su blog, ha demostrado con creces su amor por la Medicina y el Arte, sus sólidos conocimientos y su brillante modo de exponerlos. Arte Médica se ha convertido en una referencia obligada para quienes nos ocupamos de estos temas. Yo lo conocí mientras maduraba la idea de mi Medicina y Arte, buscando información sobre lo que se estaba haciendo en este campo, y en él encontré plasmado justo el modelo perfecto de lo que quería hacer. Desde entonces lo considero como el hermano mayor por haber nacido cinco meses antes que el mío; aunque si nos atenemos a la edad de los autores, quien esto escribe supera en más del doble a su joven colega brasileña: y su juventud, entiendo yo, es un mérito más añadido a la obra de Renata.


En su entrada titulada "Oftalmopatia de Graves em 'O Juízo Final' de Michelangelo Buonarroti", publicada el pasado 20 de octubre de 2011, Renata Calheiros Viana nos muestra un posible caso de esa enfermedad que aparece, casi escondido, en el tercio superior izquierdo -según se mira- al mural realizado al fresco por el genial artista de Caprese para decorar el ábside de la Capilla Sixtina, entre 1536 o 1537 y 1541.


Sobre la oftalmopatía de Graves, en Internet, pueden encontrar información muy accesible en la página web del Dr. Martín Devoto, y más amplia, para estudiantes de Medicina y profesionales en artículos como los de los doctores Howard R. Krauss (2001) o  J. M. Gómez Sáez (2004). Cabe añadir, simplemente, sin entrar en la eterna discusión sobre la conveniencia o no del uso de epónimos en medicina, que el Graves a quien nos estamos refiriendo es el eminente médico irlandés Robert James Graves (1796-1853). No confundirlo con el escritor y erudito Robert Graves (1895-1985), cuya biografía en Wikipedia copió y pegó un alumno nuestro, el curso pasado, en un trabajo sobre la enfermedad de Graves... ¡Y se quedó tan tranquilo!


La entrada de Renata Calheiros Viana está escrita en portugués; pero no creo que haya ningún problema con el idioma, y menos con la facilidad que tenemos para utilizar los traductores en el blog. Para acceder a ella basta con pulsar sobre el siguiente enlace:





16 de octubre de 2011

Los quevedos


Jan van Eyck (c.1390-1441). Madonna met kanunnik Joris van der Paele (1436). Detalle
Óleo sobre tabla
Museo Groeninge. Brujas (Bélgica)

Según el Diccionario de la Lengua Española, se llama "quevedos" (siempre en plural) a unas "lentes de forma circular con armadura a propósito para que se sujete en la nariz", como las que acabamos de ver en ese detalle de un cuadro de Jan van Eyck, pintado en 1436.


El cuadro completo, que se muestra a continuación, puede encontrarse en Wikipedia acompañado de un buen estudio del mismo, donde se nos explica como el canónigo Joris van der Paele, anciano y enfermo, consciente de que se acerca el fin de su vida, procura que su camino hacia el cielo se halle lo mas expedito posible, y es presentado a la Virgen por el santo de su nombre, San Jorge, vestido de blanco -el color de la pureza- llevando en sus manos un libro de oraciones abierto y "un instrumento óptico, signo de riqueza y de erudición..."

Jan van Eyck (c.1390-1441). Madonna met kanonnikus Joris van der Paele (1436)
Óleo sobre tabla. 122,1 x 157,8 cm.
Museo Groeninge. Brujas

Tiempo habrá, si Dios quiere, para profundizar más adelante en la historia de la corrección óptica de las ametropías, que no se remonta más allá de la Edad Media, y cuánto contribuyó su invención a mejorar la vida de quienes hemos nacido con algún defecto de la visión, como la miopía, la hipermetropía o el astigmatismo; o que, simplemente, por el normal curso de los años sufrimos los inconvenientes de la presbicia.

Quevedos del siglo XVI
Fuente: Wikipedia

De momento, diremos, que este tipo de lentes, anteojos o antiparras, se empleaban fundamentalmente en los siglos XV, XVI y XVII; siendo anteriores -por tanto- tal como hemos podido comprobar en el cuadro de Van Eyck, a la existencia de ese mordaz literato que les dio nombre por aparecer retratado -salvo raras excepciones- con sus características gafas: Don Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (1580-1645).

Juan van der Hamen (c.1596-1631). Retrato de don Francisco de Quevedo

Un Quevedo, por cierto, que apreciaba a los médicos como ciertos políticos actuales, "Mas" o menos, y que nos dedicaba lindezas como éstas que escribe en su "Poema a un médico":


"Yacen de un home en esta piedra dura
El cuerpo yermo y las cenizas frías:
Médico fue, cuchillo de natura,
Causa de todas las riquezas mías.
Y ahora cierro en honda sepultura
Los miembros que rigió por largos días;
Y aun con ser Muerte yo, no se la diera,
Si dél para matarle no aprendiera."



Mucho se ha estudiado la especial ojeriza que Quevedo tenía contra los médicos y los profesionales sanitarios, en general... Pero acabaremos con una cita de José Luis Sebastián, en Pliegos de Rebotica; y como colofón, otros versos del señor de La Torre de Juan Abad:
"Disminuido físicamente (extremadamente miope y chueco, es decir, con los pies torcidos hacia adentro), él mismo asegura que sufrió de joven 'padecidas con paciencia' dos gravísimas enfermedades que, seguramente, fueron causa de aborrecer a médicos, cirujanos, practicantes, sacamuelas, barberos, herbolarios, alquimistas y boticarios de los que, metiéndolos a todos en un mismo saco, hizo escarnio en desvergonzadas letrillas satíricas burlescas, y en multitud de escritos en prosa."

"Pues me hacéis casamentero,
Ángela de Mondragón,
escuchad de vuestro esposo
las grandezas y el valor.

Él es un Médico honrado,
por la gracia del Señor,
que tiene muy buenas letras
en el cambio y el bolsón.

Quien os lo pintó cobarde
no lo conoce y mintió,
que ha muerto más hombres vivos
que mató el Cid Campeador.

En entrando en una casa
tiene tal reputación,
que luego dicen los niños:
'Dios perdone al que murió'.

Y con ser todos mortales
los Médicos, pienso yo
que son todos veniales,
comparados al Doctor.

Al caminante, en los pueblos
se le pide información,
temiéndole más que a la peste
de si le conoce, o no.

De Médicos semejantes
hace el Rey nuestro Señor
bombardas a sus castillos,
mosquetes a su escuadrón.

Si a alguno cura, y no muere,
piensa que resucitó,
y por milagro le ofrece
la mortaja y el cordón.

Si acaso estando en su casa
oye dar algún clamor,
tomando papel y tinta
escribe: 'Ante mi pasó'.

No se le ha muerto ninguno
de los que cura hasta hoy,
porque antes que se mueran
los mata sin confesión.

De envidia de los verdugos
maldice al Corregidor,
que sobre los ahorcados
no le quiere dar pensión.

Piensan que es la muerte algunos;
otros, viendo su rigor,
le llaman el día del juicio,
pues es total perdición.

No come por engordar,
ni por el dulce sabor,
sino por matar la hambre,
que es matar su inclinación.

Por matar mata las luces,
y si no le alumbra el sol,
como murciélago vive
a la sombra de un rincón.

Su mula, aunque no está muerta,
no penséis que se escapó,
que está matada de suerte
que le viene a ser peor.

Él, que se ve tan famoso
y en tan buena estimación,
atento a vuestra belleza,
se ha enamorado de vos.

No pide le deis más dote
de ver que matáis de amor,
que en matando de algún modo
para en uno sois los dos.

Casaos con él, y jamás
viuda tendréis pasión,
que nunca la misma muerte
se oyó decir que murió.

Si lo hacéis, a Dios le ruego
que os gocéis con bendición;
pero si no, que nos libre
de conocer al Doctor."

4 de octubre de 2011

Hay que verlo



"¿Qué se cuece?" es el título del blog que recientemente ha comenzado a publicar la semFYC, Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, como parte de su Actualización en Medicina de Familia (AMF), una idea excelente por la que, desde aquí, quiero felicitarles.

Ahí he encontrado el vídeo que ellos toman, a su vez, de "Cosas del PAC".

No necesita comentarios. Hay que verlo.


Enlaces de interés:

22 de septiembre de 2011

La publicidad médico-farmacéutica como arte: un "licor medicinal"


Fotografía: Rafael Tarín Sánchez


La imagen apenas necesita comentarios. Basta con leer el insuperable texto que acompaña a esa amable enfermera (por supuesto, debidamente recatada, como corresponde al lugar y a la época) mientras le ofrece una copita del famoso Licor 43 al paciente -seguramente convaleciente- con su manta sobre las piernas, su batín... y la corbata bien puesta.


Este pasmoso hallazgo se lo debemos a la curiosidad y perseverancia investigadora del estudiante de Medicina don Alfredo Luis Díaz Gómez, que ha tenido el detalle de cederla para este blog. La encontró en  la cara interna de la contracubierta del número 109, de la revista Domus Medici, publicada en Madrid, en el primer trimestre de 1952.


Gracias don Alfredo.


¡Qué tiempos aquéllos, cuando los licores eran medicinales!


Ese mismo año se estrenaba la segunda versión (hay otra anterior, de 1927) de la película La hermana San Sulpicio, de Luis Lucia. A continuación, podemos ver las escenas finales, en las que intervienen Jorge Mistral, en el papel del doctor Ceferino Sanjurjo; Manuel Luna, como el sacerdote don Sabino; la sin par Carmen Sevilla, haciendo de Gloria Alvar González, antes Hermana San Sulpicio; y un "angelito" en funciones de Cupido cuyo nombre desconozco... En las imágenes no se ve una copa, ni un cigarrillo -como si fuera ahora- pero tampoco un beso. Era la España de 1952.


11 de septiembre de 2011

Una consulta médica en Altái


Irina V. Shevandronova (1928-1993). "En una consulta médica en Altai" (1953)
Óleo sobre lienzo, c.119 x 145 cm.
Colección Privada
(Pulsar sobre la imagen para ampliarla)

Irina Vasilevna Shevandronova fue una pintora rusa que nació en Moscú, el 24 de marzo de 1928, y falleció en esa misma ciudad en 1993. A la Shevandronova le tocó vivir la época de mayor auge de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1922-1991), cuando era la otra gran potencia mundial, en contraposición con los Estados Unidos de América. Aunque, también, tuvo que asistir a su disolución. Shevandronova vivió la Guerra Fría al otro lado de la "cortina de hierro" (lo que en España se tradujo como el "telón de acero"). Pero no parece que a ella -o, al menos, a su obra- le afectara mucho que el mundo estuviera partido en dos mitades. Sus paisajes son tranquilos y luminosos. Sus retratos amables. Y las escenas con niños -en las que destacó especialmente- están pintadas con una delicadeza, una ternura y una gracia exquisitas: emanando optimismo y bienestar.


Si tuviera que calificar con un solo adjetivo al cuadro que da inicio a esta entrada, diría "alegre". Pocas veces se puede decir esto de una pintura de tema médico. Inevitablemente, buscando posibles comparaciones, pienso en la obra de ese gran ilustrador, pintor y fotógrafo estadounidense que fue Norman Rockwell (1894-1978), algo mayor que la pintora rusa, pero no demasiado; al que se puede considerar, por tanto, contemporáneo suyo. Ciertas lenguas viperinas afirman que Rockwell, como buen capitalista, estaba muy influido por las grandes empresas, particularmente por la industria farmacéutica. No veo yo esa influencia por ninguna parte cuando contemplo a esos viejos médicos de cabecera "examinado" a las muñecas, supuestamente "enfermitas", que le presentan unas "preocupadas" niñas (ya tratamos este tema en Tiempo para la memoria), o en el inigualable "Before the Shot", por ejemplo. ¿Se puede suponer, entonces, que el Soviet Supremo, que en 1963 la nombró "Artista de Honor" impuso a Shevandronova su forma pintar? Pues, tampoco lo creo... Aunque, lógicamente, la cultura recibida durante sus años de formación tendría que manifestarse a la hora de expresar su peculiar sensibilidad artística.


Irina Shevandronova pintó este cuadro en 1953, el mismo año en que cumplía los veinticinco de edad. Diez años antes había comenzado sus estudios artísticos en Moscú, y ese mismo año, 1953, finalizaba su carrera universitaria, en la Facultad de Pintura del prestigioso Instituto Surikov. Durante 1951 y 1952 había viajado a la República de Altái, en Asia Central, al sur de la Unión Soviética, que tiene fronteras con Mongolia, China y Kazajistán; donde muchos de sus habitantes -como los que aparecen en el cuadro- pertenecen a grupos étnicos semejantes a los de esos países.


En el cuadro, el pequeño paciente, quien -por fortuna- no aparenta sufrir ninguna enfermedad grave, se deja hacer, apoyándose confiadamente en las rodillas de la sonriente doctora con flores en el pelo que le ausculta -pediatra o médico general, no sabemos, en todo caso, por el entorno en el que se desarrolla la escena, médico rural ejerciendo funciones pediátricas- más atento a su hermano pequeño que, como corresponde a su edad, procura coger uno de los numerosos frascos depositados sobre la mesa y, si no lo alcanza, es porque lo sujeta su madre sin perder de vista al enfermito. La decoración de la consulta es sencilla y modesta: madera en el suelo; en la camilla sobre la que se ha dejado el abrigo del niño; en la mesa de la doctora, una auténtica mesa camilla, con su mantel blanco, en vez de la habitual mesa de despacho; en el armario que contiene, probablemente, instrumental y medicinas. Tan solo el típico taburete redondo parece tener las patas metálicas. Al fondo, detrás de la madre, creemos ver un lavamanos. La intimidad del acto médico no se encuentra debidamente preservada, porque a través del amplio ventanal que ocupa casi por completo la pared situada a la espalda de la doctora, asoman las caritas de tres criaturas (compañeros de juegos del paciente, sin duda) que observan con curiosidad cuanto ocurre dentro. No pondremos una reclamación ante la autoridad competente por dicha falta de intimidad. Ese ventanal nos deja ver las montañas de Altái y permite que, a través de sus cristales, la cálida luz de la mañana inunde la escena con todo su esplendor. ¡Así da gusto pasar consulta!

7 de septiembre de 2011

Retratos de médicos: Hipócrates


Busto que representa a Hipócrates de Cos (c. 460 a.C. - 370 a.C.)
Museo Pushkin. Moscú

Anciano, aunque todavía robusto, calvo, con barba corta, nariz prominente y profundas arrugas que surcan su rostro y, sobre todo, su frente. Así han representado tradicionalmente los artistas a Hipócrates siguiendo un antiguo arquetipo. Sin embargo, no se sabe con certeza cual era su verdadera apariencia física...

En el blog RETRATOS DE MÉDICOS he publicado y comentado diferentes imágenes que muestran al "padre de la medicina"... Por problemas que no he podido solucionar, las nuevas entradas no se actualizan, dificultando el seguimiento de las novedades de ese blog a los amigos que me honran con sus visitas. No quisiera abandonar la idea de crear una galería de retratos médicos por ese inconveniente... Recomiendo la suscripción por correo electrónico. Pero, para algo tiene el recién nacido un par de hermanos mayores, que le ayudarán a crecer y darse a conocer. Desde aquí se puede acceder a la nueva entrada pulsando sobre el nombre de su protagonista:


Perdón por las molestias, y muchas gracias.

27 de agosto de 2011

Retratos de médicos


Jacques-Louis David (1748-1825). Retrato del doctor Alphonse Leroy (1783)
Óleo sobre lienzo. 72 x 91 cm.
Musée Fabre. Montpellier (Francia)
(Pulsar sobre la imagen para ampliarla)

A principios del pasado mes de julio, cuando acabábamos una de nuestras intensas reuniones de evaluación de exámenes, le pedí a mi amigo Juan V. Fernández de la Gala que me permitiera "transcribir" (dicho así suena mucho mejor que "copiar") una de sus entradas en KIRCHER LANDSCAPE: la que trata sobre el retrato que Jacques-Louis David (1748-1825) le hizo al doctor Alphonse Leroy (c.1742-1816). Quería incluirla en este blog. Él amablemente aceptó. Pero la entrada del profesor Fernández de la Gala me gusta tanto y me parece tan ejemplar que es ella, a modo de lección magistral, la que da inicio a la materialización de un proyecto que venía meditando desde hace algún tiempo: crear un nuevo blog dedicado específicamente a comentar RETRATOS DE MÉDICOS...

Nunca he sido capaz de sentirme tranquilo y satisfecho con un único trabajo (gracias a Dios, no me han faltado) o de centrar mi interés en una sola línea de investigación. Está visto y comprobado que tampoco puedo conformarme con un blog, o con dos... Ya van tres (sin contar las colaboraciones en otras bitácoras). A partir de ahora, TIEMPO PARA LA MEMORIA continuará abierto a la más amplia variedad de temas; pero ocupándose habitualmente -como los demás- de las relaciones entre la medicina, la historia y el arte; y con la mayor presencia musical posible. Medicina y Arte seguirá teniendo como asunto principal el maravilloso mundo de la pintura, visto con ojos de médico. Y el recién nacido, RETRATOS DE MÉDICOS, mostrará imágenes para "ponerle cara" a los nombres y apellidos de mis colegas de profesión, más o menos lejanos en el tiempo, más o menos conocidos.


Naturalmente, esta dispersión obligará a que la frecuencia de publicaciones sea baja en cada blog: una o dos entradas al mes. No es mucho, pero intentaré que cada entrada sea la mejor posible.


Ahora, por favor, pasen y vean...



13 de agosto de 2011

Pavlov en el quirófano


Ilya E. Repin (1844-1930). El cirujano Evgeny Vasilievich
Pavlov en la sala de operaciones
(1888).
Óleo sobre lienzo. 27,8 x 40,3 cm.
Galería Estatal Tretiakov, Moscú

Decir Pavlov, para los que hemos estudiado alguna vez fisiología o psicología, es pensar inmediatamente -como si de un reflejo condicionado se tratase- en el célebre científico ruso Ivan Petrovich Pavlov (1849-1936) y sus experimentos con perros, que sirvieron para establecer la teoría conocida como condicionamiento clásico, que posteriormente aportaría parte del fundamento teórico del conductismo, y para que le concedieran el Premio Nobel de Medicina en 1904.


Pero, aunque algunos sitios de Internet -equivocadamente- le otorguen incluso el protagonismo de este cuadro, Ivan Petrovich no es el único Pavlov cuyo nombre merece ser recordado. Hubo -y sigue habiendo- otros, entre ellos el que realmente aparece en la pintura de Ilya Repin que ahora vemos, el cirujano Evgeny Vasilievich Pavlov. Lamentablemente, hasta ahora no he podido conseguir sobre Evgeny Pavlov más datos, ni en los libros de Historia de la Medicina que manejo, ni en Internet -a pesar de que la búsqueda de su nombre nos remita a la Enciclopedia de San Petersburgo-, que su probable relación con el Hospital Municipal Mariinskaya, un "hospital para pobres", como lo eran la mayoría de los hospitales europeos -por no decir todos- hasta la creación de los modernos servicios públicos de salud(1); aunque un buen número de esos hospitales nos sorprendan por su extraordinaria belleza arquitectónica.


Es posible que nunca hubiera tenido noticia de la existencia del cirujano Evgeny Vasilievich Pavlov, por mucha fama que hubiera llegado a adquirir en su momento, si no fuera porque Ilya Repin pintó para la posteridad una de sus intervenciones quirúrgicas.


El pintor parece estar presente en la sala de operaciones y, desde su rincón, sin molestar, nos muestra a doce sanitarios, seis hombres y seis mujeres, en plena labor. Del paciente se ve poco: una pequeña parte de ambos miembros inferiores, sujetos cada uno por un ayudante, y algo -casi nada- de la cara. Está anestesiado(2). El artista oculta deliberadamente -así lo creo, al menos- lo más desagradable de la operación. Pero no cabe duda de que se trata de una intervención traumatológica. Médicos, enfermeras y auxiliares cumplen atentamente con sus respectivas funciones en el equipo quirúrgico. En silencio. Un silencio que se percibe interrumpido, tan solo, por los golpes secos del mazo sobre el escoplo o el cincel que, como un carpintero o un escultor, Pavlov, en el centro de la imagen, aferra en sus manos. El mobiliario, el pavimento, los accesorios, la indumentaria, son los propios de la época y el lugar. Otra cosa me llama especialmente la atención: la luz. No hay lamparas como las que podemos encontrar en nuestros quirófanos actuales. La luz natural que penetra en la sala a través de un ventanal es la que dota a la escena de su limpia claridad.


Como homenaje al poco conocido cirujano Evgeny Vasilievich Paulov y a todos sus colaboradores, acabamos con el popular Vals de las Flores, de la suite El Cascanueces, que su compatriota y contemporáneo Tchaikovsky compuso tres o cuatro años después de que Repin pintara aquella operación. En esta versión, Miguel Guerra dirige la Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española. Contrasta la delicadeza de este vals con la dureza de una intervención como la representada en el cuadro; pero no debe haber mucha diferencia entre la sincronía de los músicos y la de aquel equipo quirúrgico.


NOTAS
(1) Con antecedentes más próximos en los valetudinaria del ejército romano que en los asclepiones griegos, pero con una mentalidad nueva, los hospitales nacen en los monasterios fundados por San Basilio, en Oriente, y San Benito, en Occidente, entre los siglos IV y VI, siguiendo los principios cristianos de la caridad y el amor al prójimo, para asistir a los pobres y enfermos "como si del mismo Cristo se tratase", para curar -si era posible- o para ayudar a "bien morir" cuando fuera necesario. Lógicamente, no siempre ni en todas partes, el trato recibido por esos pobres y enfermos sería el ideal. Pero, lo cierto es que, durante mucho tiempo, sólo la Iglesia se ocupó de los más necesitados. Mucho después, el poder político, la realeza, instituyó sus primeros hospitales; y más tarde aún, la naciente burguesía, abriría los suyos a cargo, sobre todo, de las arcas municipales. Ya en el siglo XIX, con los avances de la medicina y los inicios de la Salud Pública comienza un nuevo modo de atención sanitaria. Es curioso que el primer "seguro de enfermedad" fue creado en Alemania, en 1883, por Bismarck.
(2) La anestesia, el control de la hemorragia o hemostasia y la antisepsia de Lister, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, permitirían el desarrollo de la cirugía, para que alcanzara el nivel que nunca antes había podido tener.

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