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28 de diciembre de 2010

Un cartel de Ramón Casas sobre la sífilis

Ramón Casas i Carbó (1886-1932)
Cartel (1900). 80 x 34,3 cm.
Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona (España)

Este cartel, impreso por J. Thomas, en Barcelona, en el año 1900, fue realizado por el pintor catalán Ramón Casas i Carbó por encargo del Sanatorio para sifilíticos del doctor Abreu, sito en el número 74 de la calle Mayor de la Bonanova, de esa misma ciudad. Una clínica dedicada al tratamiento de la sífilis, en una época en que todavía no se conocía la arsfenamina (un compuesto de arsénico), el medicamento descubierto por Paul Ehrlich, que vino a revolucionar el tratamiento de la enfermedad desde que fue comercializado, en 1910, con el nombre de Salvarsán(1) y cuyo centenario(2) se ha celebrado este año.

Casas (uno de los precursores del cartelismo artístico en Cataluña), como dicen Vigué y Ricketts, "...resolvió el encargo con singular maestría, sirviéndose de elementos tan expresivos como sutiles."(3) Y añaden:

"El cartel está dividido en tres partes. Consta de un título en la zona superior, una imagen de una mujer en el centro y una leyenda en la zona inferior, donde se ofrecen los datos de la clínica que se publicita ('curación absoluta y radical en el Sanatorio para sifilíticos...').
La S de sífilis [todas las "s", en realidad, que aparecen en el cartel] recuerda la forma de una serpiente. Ello alude a la peligrosidad de la enfermedad, que acecha venenosa desde los rincones más oscuros. No hay que olvidar que en aquella época [en Barcelona] se transmitía sobre todo por el contacto con las prostitutas que trabajaban cerca del puerto. En el centro aparece una mujer con mantón de Manila, similar a las atractivas 'chulas' de los carteles de la época, como la del Anís del Mono (realizado por el mismo Casas). Sin embargo, se diferencia de ellas en que no aparece tan hermosa, sino pálida y desmejorada, con la maraña de pelo despeinado y la delgadez anémica apenas cubierta. Es un fiel retrato de la enfermedad, que consume a quien la sufre. Sostiene en su mano un lirio blanco, que simboliza la esperanza de la curación. El árido panorama de esta mujer enferma, verdadera personificación de la enfermedad, se completa con un fondo neutro de color anaranjado que potencia la sensación de palidez demacrada y debilidad de la protagonista."(4)

En el siguiente vídeo, del Canal Historia, se ofrecen más datos sobre Ehrlich y el Salvarsán, al que también se llamaba la "bala mágica", para el tratamiento de la sífilis:



NOTAS
(1) Sobre el Salvarsán, también conocido como "606" por el número que Ehrlich le había asignado en sus investigaciones, recomiendo leer las diversas entradas que ha publicado el Profesor Fresquet en su blog "Medicina, Historia y Sociedad".
(2) CORNEJO ALEMÁN, Luis Manuel (2010): "La sífilis y el centenario del Salvarsán". Panamá América. [Disponible en: http://www.pa-digital.com.pa/periodico/edicion-anterior/opinion-interna.php?story_id=956323. Consultado el 28 de diciembre de 2010].
(3) VIGUÉ, Jordi y RICKETTS, Melisa (2008): La Medicina en la Pintura. El Arte Médico. Barcelona, Ars Medica: 205.
(4) Ibidem.

21 de diciembre de 2010

Erasístrato, Antíoco y Estratónice

Jacques Louis David (1774). Antíoco y Estratónice


Erasístrato (c. 304 - 250 a.C.) fue un médico de la Grecia Antigua, nacido en Iulis, en la isla de Ceos. Junto a Herófilo, se le considera uno de los fundadores de la Escuela de Medicina de Alejandría, que llegó a ser la más importante en su época.


Lo que de su obra se conoce, se debe fundamentalmente a los comentarios de sus sucesores, sobre todo de Galeno, que fue su crítico más famoso. Se sabe que practicó la disección y realizó importantes descubrimientos anatómicos y fisiológicos sobre el sistema circulatorio y el sistema nervioso.


Pero, sobre Erasístrato se cuenta una historia que es la razón para hablar hoy, aquí, de él. Se dice que Antíoco, hijo de Seleuco I Nicátor (uno de los generales de Alejandro Magno que llegó a reinar en Babilonia y Siria) había caído gravemente enfermo y su padre hizo llamar al famoso médico Erasístrato para atenderlo. El médico observó que cuando Estratónice, una de las esposas de Seleuco, entraba en la habitación del enfermo, éste enrojecía y se le aceleraba el pulso, por lo que dedujo que la enfermedad, como señala Briceño-Iragorry, tenía una causa más mental que somática, y que la pasión que Antíoco sentía por su joven y bella madrastra era la causa de dicha enfermedad. Hay quien considera a Erasístrato, por ello, un pionero de la psicoterapia. A mí me parece, más bien, un precursor de la semiótica médica o, incluso, -si se me permite la broma- de "la máquina de la verdad". 


Esta es la escena que representó el pintor francés Jacques Louis David en uno de sus cuadros, el que da inicio a esta entrada, con el que obtuvo el prestigioso premio de Roma, en 1774. En el cuadro se puede ver a Erasístrato en la parte inferior izquierda, como un venerable anciano envuelto en rojas vestiduras, sentado a la cabecera del enfermo y señalando con gesto demasiado acusador -para mi gusto- a la bella Estratónice, vestida de blanco, que baja humildemente la cabeza, mientras que el rey "padre-esposo" recibe la noticia impresionado en medio de otros personajes de la corte.


Años más tarde, uno de los más destacados discípulos de David, Jean Auguste Dominique Ingres (discípulo, sí, pero no amigo, sobre todo desde que David impidió que ganara el ya citado "Premio de Roma"), pintó la misma escena.

J. Auguste Dominique Ingres (1840). La Maladie d'Antiochius o Antíoco y Estratónice.
Óleo sobre lienzo. 57 x 98 cm.

La historia de Antíoco y Estratónice acabó bien para los jóvenes amantes. Seleuco renunció a Estratónice para que se casara con Antíoco, y les concedió un reino -eso sí- lo más lejos posible del suyo propio.


El tema de la enfermedad de Antíoco y sus amores con Estratónice no sólo fue tratado por los pintores, sino también por escritores y músicos de los siglos XVII y XVIII. Entre los músicos se pueden citar, entre otros, a Cristoph Graupner (1708) y Honoré Langlé (1786). Aunque, seguramente, la ópera más conocida sobre este asunto es la Estratonice de Étienne Mehúl (1792), de la que podemos escuchar dos momentos a continuación, ilustrados por las pinturas de IngrésDavid.




13 de diciembre de 2010

Unas palabras del Profesor Orozco sobre la patobiografía de don Manuel de Falla

Manuel de Falla (1876-1946)

Don Manuel María de los Dolores Falla y Matheu nació en Cádiz (España), el 23 de noviembre de 1876, y murió en Alta Gracia, provincia de Córdoba (Argentina), el 14 de noviembre de 1946, a punto de cumplir los 70 años de edad. Que fue "...uno de los músicos más importantes de la primera mitad del siglo XX en España" -como leemos en Wikipedia- no lo duda nadie. "Falla no es un compositor cuantitativo, pero sus composiciones rezuman calidad" -señalaba recientemente mi querido amigo el Dr. José Manuel Brea, en su blog "Medicina y Melodía"-. Y añadía: "Su escasa obra es magistral". La genialidad del compositor gaditano es indiscutible. Se discute, en cambio, y probablemente seguirá discutiéndose, sobre cuáles fueron las enfermedades que padeció a lo largo de su vida y como pudieron influir éstas en su obra. Se ha dicho, por ejemplo, que dejó inacabada La Atlántida "...debido a las limitaciones que le ocasionaron sus numerosos episodios de hipocondría...". Los doctores Fausto Galdo y Carlos Fernández, por su parte, niegan que Manuel de Falla fuera tuberculoso (aunque otros pensamos que la tuberculosis de Falla está suficientemente acreditada) y dan poca credibilidad a otras teorías, "...como la sífilis propuesta por Campodónico en 1956"; proponiendo la hipótesis "...de que Falla sufría una espondiloartropatía asociada a enfermedad de Crohn..."(1)


Con la intención de aportar un documento para el mejor conocimiento de la patobiografía de Manuel de Falla, transcribo en esta entrada un texto -en mi opinión poco conocido- del Profesor Orozco.

Profesor Dr. D. Antonio Orozco Acuaviva (1934-2000)
(Este dibujo se encuentra entre los retratos de
Presidentes del Ateneo de Cádiz)

En noviembre de 1946, coincidiendo con el cincuentenario de la muerte de Manuel de Falla, don Antonio Orozco Acuaviva era -entre otras cosas- Catedrático de Historia de la Medicina, Presidente de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz, Director de la Real Academia Hispanoamericana, de esta misma ciudad, y Fundador y Presidente de la Sociedad de Historia de la Medicina Hispanoamericana. Hombre de cultura extraordinaria, gran afición por el arte, en sus más variadas manifestaciones, y profundo conocedor -por diversos motivos- de la vida y la obra de su paisano Falla, Orozco puso su mayor ilusión y todo su empeño en que Cádiz recordara como correspondía a su ilustre hijo fallecido cincuenta años antes en Argentina. Como Director de la Real Academia Hispanoamericana de Cádiz, de la que Falla había sido nombrado Académico de Honor el 7 de abril de 1923, él fue el principal impulsor de los homenajes que entonces se le tributaron al gran compositor. Entre ellos, un ciclo de conferencias. En el Discurso de Contestación a una de esas conferencias, que era también Discurso de Ingreso en la Hispanoamericana del Profesor don Fernando Sánchez García, el 17 de diciembre de 1996, el Profesor Orozco dijo:

"Durante muchos años la gente ha ignorado la enfermedad que padecía y mató al maestro Falla. En las noticias de prensa y en muchos de sus apuntes biográficos se hablaba de 'crisis de agotamiento y fatiga', 'ataques de nervios' y en algún caso de 'reuma', por sus problemas articulares. Incluso Viniegra que tan bien lo conoció, se limita a transcribir las notas de Pemán cuando le visitó en Los Espinillos y le abrazó solamente con un brazo, porque el otro -decía Pemán- había tenido 'despegada la clavícula aunque ahora ya estaba soldada'. Por las referencias que se hacía sobre su meticulosidad en la ingestión de múltiples medicamentos y su escrupulosidad por la limpieza, parecía a primera vista que estábamos ante un neurasténico.
Pero la palabra maldita, 'tuberculosis', nadie se atrevía a pronunciarla. O se ignoraba o se ocultaba.
Esto no tiene nada de particular en la psicología de la época. Desde el principio del siglo XIX la tuberculosis, la tisis, la 'peste blanca', era una lacra social y por lo tanto una enfermedad vergonzante que ocultaban a los demás la familia y el enfermo. Como se quejaba allá por los años veinte uno de nuestros primeros tisiólogos, el Dr. Valdés Lambea de Madrid, en España, por desgracia, la tuberculosis no se considera una desgracia, sino una deshonra. Ya en aquella época éste mismo autor publicó una serie de trabajos sobre la psicología de los tuberculosos, basado en su amplia experiencia y que yo traigo a colación porque conservan aún toda su actualidad.
La primera descripción acertada que conozco de la enfermedad de Falla la encontré, en mi homónimo Emilio Orozco Díaz, en 1985 al relatar el estado grave en que se encontraba Falla en Córdoba en 1937, al describirlo como un 'antiguo tuberculoso pulmonar', con un 'absceso tuberculoso subclavicular que fue intervenido quirúrgicamente varias veces por el catedrático de aquella Facultad D. Francisco Mesa Moles'. Asímismo tuvo una 'artritis tuberculosa del tarso derecho' que le imposibilitó en cama durante mucho tiempo y luego le obligó al uso de un bastón... Estas noticias coinciden con las que actualmente nos vienen de Argentina, aunque las normas deontológicas hayan impedido hasta ahora abrir los arcanos de los archivos clínicos de los médicos que le atendieron, que casi todos deben ya haber fallecido y sus papeles posiblemente perdidos. Casi solo nos queda el recuerdo que transmite Emilio Orozco de los 'ganglios cervicales' que le trataba en Granada Federico Olóriz, o los 'abscesos dentales' que le curaba el odontólogo Dr. Gálvez. Pero éste es un tema sobre el que nunca se ha profundizado por la referida actitud psicológica nacional. Entre el secreto profesional, la discrección familiar y el rechazo social a muchas enfermedades han hecho que la patobiografía de muchos de nuestros genios no se conozca bien, mientras se conocen perfectamente las de muchos de sus contemporáneos de Europa y América.
No queremos ser nosotros los que rompamos esa tradición nacional, pero debemos desmitificar la tuberculosis ahora que desgraciadamente vuelve a comenzar a hacer estragos en nuestra infancia y juventud. Porque la tuberculosis, si me permitís la expresión, es una enfermedad bella. Bella y triste, si se quiere, como la Dama de las Camelias. Pero aunque triste y trágica, espiritualmente bella.
Es cierto que algunas alteraciones mentales se encuentran relacionadas con la tuberculosis. Algunos de los "locos egregios" de los que hablaba Vallejo Nájera eran efectivamente tuberculosos, lo cual no es nada extraño teniendo en cuenta lo extendidísima que se encontraba la enfermedad. Pero no estoy refiriéndome a cuadros de psicosis, sino a esos estados mentales como neurosis pasajeras, estados depresivos y sobre todo estados de excitabilidad que hace tan peculiar la psicología de los tuberculosos. Estas alteraciones psicológicas se pretenden explicar por la toxemia fímica, que impregna todo el organismo, aunque los gérmenes estén acantonados en determinadas estructuras histológicas.
Es a esa acción toxémica a la que se atribuye esa hiperexcitabilidad que muestra el sujeto tuberculoso con sus mejillas encendidas que contrastan con la palidez de su piel, las pupilas dilatadas, la taquicardia, la febrícula, la locuacidad, la brillantez psíquica, la memoria fácil, la imaginación viva y sobre todo ese optimismo que no concuerda con su verdadera situación orgánica. Se cree poseedor de todo el tiempo del mundo. ¿Cuánto tiempo le queda a la Atlántida para estar terminada?, le preguntaban al maestro: 'Seis meses', contestaba invariablemente. Y continuaba un año y otro limando y perfeccionando lo escrito, porque algún día la acabaría..."(2)

Y, más adelante, concluye:

"Su precocidad infantil, su fina sensibilidad que le hace sufrir tremendamente ante las amarguras de la guerra, su seriedad de carácter desde niño, su brillantez imaginativa... todo ello coincide con el psiquismo de su hábito leptosomático y la incidencia de una bella, pero cruel enfermedad que le martirizó durante toda su vida y contra la que empleó los insuficientes tratamientos de la época: reposo, clima de montaña, sobrealimentación, calcio... Toda su vida transcurrió entre el debatirse en una batalla a brazo partido contra la cruel fimia que le consumía, al igual que la mítica Atlántida se debatía contra las olas del mar profundo que se la tragaba, y la lucha constante de su alma grande y exquisita para alcanzar a través de la Música las cotas más altas de la espiritualidad que le llevaba a buscar a Dios..."(3)

Lamentablemente, no he podido localizar, todavía, ningún artículo científico donde Galdo y Fernández expongan su hipótesis sobre la posible espondiloartropatía asociada a enfermedad de Crohn que, según ellos, padecía Falla. No dudo que tendrán sólidos argumentos científicos para afirmarlo. Tampoco he podido localizar, aún, los escritos del psiquiatra Enrique González Duro que esos mismos autores mencionan. Sin embargo, el crédito que me merece el Profesor Orozco me hace pensar que no puede descartarse la tuberculosis de Falla como uno -al menos- de los factores que más influyeron en la vida y la obra de don Manuel de Falla.


Tras su muerte, el cadáver de Falla fue embalsamado y trasladado desde la Argentina a España, donde hoy reposan sus restos en la Catedral de Cádiz. ¡Descanse en paz! Pero su música sigue viva, y como ejemplo sirva esta Danza ritual del fuego, en la versión orquestal de El amor brujo (1925) dirigida por Barenboim.



Notas:
(1) GALDO, Fausto y FERNÁNDEZ, Carlos (2007): "Falla no era tuberculoso. Desvelando incógnitas sobre el Maestro". Mundoclasico.com. [Disponible en: http://www.mundoclasico.com/2009/documentos/doc-ver.aspx?id=1ff063b0-a3d7-4c5f-a511-678a80fc95df; consultado el 13 de diciembre de 2010]. Se trata de una nota de prensa, no de un artículo científico.
(2) OROZCO ACUAVIVA, Antonio (1996): Biopatografía de D. Manuel de Falla. Discurso de contestación del Excmo. Sr. D. - al de ingreso en la Real Academia Hispano Americana del Ilmo. Sr. D. Fernando Sánchez García el 17 de Diciembre de 1996. En: OROZCO ACUAVIVA, A. (Editor) (2000): Manuel de Falla, Cádiz e Hispanoamérica. Cádiz, Real Academia Hispano-Americana: 94-96. Desgraciadamente, el Profesor Orozco, mi querido y admirado Maestro, no pudo ver publicado este libro. Un trágico accidente de tráfico se lo llevó el 21 de julio de 2000. También él: ¡Descanse en paz!
(3) Ibidem: 96.

28 de noviembre de 2010

Un niño enfermo en el templo de Esculapio, según un cuadro de J. W. Waterhouse (1877)

John William Waterhouse (1849-1917)
"A Sick Child brought into the Temple of Aesculapius" (1877)
Óleo sobre lienzo, 208 x 170 cm.

(Pulsar sobre la imagen para verla ampliada)
John William Waterhouse fue un pintor británico nacido en Roma, el 6 de abril de 1849, y fallecido en Londres, el 10 de febrero de 1917. Sus comienzos artísticos, a los que pertenece el cuadro que encabeza esta entrada, estuvieron influidos por el neoclacisismo victoriano. Luego fue prerrafelista, más tarde estuvo influido por el planairismo de los impresionistas franceses; y, "...si al principio de su carrera se dedicó a temas de la antigüedad clásica, más adelante abordó los literarios, siempre con un estilo suave y misterioso, imbuido de romanticismo, que permiten encuadrarlo dentro del simbolismo." (Wikipedia).

En su cuadro, Waterhouse nos muestra lo que podría ser el momento inicial del tratamiento en un templo de Esculapio, el dios romano de la medicina, al que los griegos habían conocido como Asclepio, y a cualquiera de sus muchos templos (dicen que más de trescientos) diseminados por los territorios de Grecia, primero, y Roma después, los griegos llamaban "asclepeion" o "asclepion". La madre, con el niño enfermo, presenta sus sencillas ofrendas (frutas y verduras, principalmente, que se muestran en una cesta, a la derecha de la imagen), puede que algo de vino en el ánfora que está a sus pies, y se queman sustancias aromáticas (quizás incienso), en presencia de los asclepíades, los médicos-sacerdotes que atendían el templo, de sus ayudantes y otras personas (posiblemente algún familiar) ante la estatua del dios.

El culto a Asclepio se remonta hasta el siglo VI a.C., antes de que Alcmeón de Crotona, Hipócrates de Cos y sus seguidores iniciaran nuestra medicina actual, científica y técnica. Y no desparecería, sino que seguiría conviviendo con ella durante la dominación romana, hasta que el cristianismo se impuso sobre las divinidades paganas. Según una de las versiones más extendidas de la mitología griega, Asclepio era hijo de Apolo, uno de los dioses olímpicos más importante y polifacético, que -entre otras cosas- también era dios de la medicina, y de la mortal Coronis. Pero, mientras estaba embarazada, Coronis tuvo amores con un joven de su vecindad y Apolo -advertido por un cuervo- celoso y expeditivo, puso fin a la vida de la amante infiel con un certero flechazo, le practicó una cesárea póstuma, y entregó al niño al centauro Quirón, maestro de un buen número de célebres personajes de la mitología helénica, para que lo formase como médico.

Estatua de Asclepio, encontrada en el Asclepion de Epidauro
Museo Arqueológico Nacional de Atenas


Al dios de la medicina se le representa habitualmente como un hombre maduro, barbado, de larga cabellera, gesto amable y mirada serena, que lleva en una de sus manos un bastón (en la fotografía de arriba no se ve, por el deterioro de esta estatua, encontrada en Epidauro; pero sí en otras imágenes) sobre el que se enrosca una serpiente. Bastón y serpiente constituyen el símbolo de la medicina. El templo más importante del dios de la medicina fue el Asclepion de Epidauro, construído en torno al año 375 a.C.; pero también fueron famosos los de Corinto, Cos, Pérgamo, Atenas y la misma Roma. Se dice que Hipócrates inició su formación y ejerció como asclepíade en Cos, y Galeno llevó a cabo su labor -durante algún tiempo- en el de Pérgamo, su ciudad natal. En España existió un templo-santuario de Asclepio en Ampurias. En el asclepion tenían lugar ceremonias de distinto tipo, propias de la medicina mágico-religiosa que allí se practicaba. Se realizaban sacrificios, normalmente de aves, y se donaban ofrendas en forma de frutas, dulces y otros comestibles. Se elevaban plegarias a los dioses. Había sitio para los baños rituales. En ocasiones, podía emplearse la música y la danza, con efectos terapéuticos... Siempre bajo la presencia omnipresente de las serpientes sagradas. Aunque, todo ello no es óbice para que se practicaran también algunos tratamientos quirúrgicos, como ha quedado suficientemente demostrado, sobre todo, mediante el instrumental y los exvotos hallados en los trabajos arqueológicos. Sin embargo, la práctica esencial en los asclepiones era la "incubación" o sueño en el templo. Los pacientes eran inducidos al sueño (de forma natural o utilizando sustancias hipnóticas) y mientras dormían en el "abaton" se les aparecía el dios que los curaba o indicaba el modo de hacerlo a los médicos-sacerdotes que interpretaban los sueños. Pero, dejemos que sea el Profesor Laín Entralgo, maestro insigne de la Historia de la Medicina Española y gran conocedor de la Historia de la Medicina de la Grecia Clásica, quien nos lo explique:


"Desde antes del siglo V a.C. hasta el hundimiento del mundo antiguo -Asclepio fue, no lo olvidemos, la divinidad pagana más resistente al triunfo del cristianismo-, los templos consagrados a ese dios, y muy especialmente el de Epidauro, fueron el marco de la práctica más famosa y popular de la medicina mágico-religiosa helénica y romana: la incubatio. Los enfermos dormían juntos en el interior del templo, y durante el sueño se aparecía Asclepio a cada uno de ellos para curarle, bien tocando su persona, bien, como con frecuencia ocurrirá en épocas más tardías, prescribiéndole algún remedio. Una escena burlesca del Pluto II de Aristófanes es nuestra más detallada fuente acerca de las curas en los templos de Asclepio o asklipieia. Que la experiencia clínica a que dio lugar la incubatio tuviera alguna relación con el desarrollo de las escuelas técnicas de la medicina griega, parece cosa harto dudosa. Es segura, en cambio, la cristianización del sueño en el templo durante los primeros siglos de la medicina bizantina."(1)


NOTAS
(1) LAÍN ENTRALGO, P. (1990): Historia de la Medicina. Barcelona, Salvat: 52.


Dejo para el final un par de vídeos. El primero con imágenes de Asclepio y la música de Bach.


Y, el segundo, con más datos para las "biografías" de Apolo y Asclepio (en inglés):


20 de noviembre de 2010

Higea, diosa de la salud, de Rubens


Pedro Pablo Rubens (1577-1640). "Higea, diosa de la salud" (c. 1615)
(Pulsar sobre la imagen para verla ampliada)
Óleo sobre tabla: 107 x 74,5 cm.
Detroit Institute of Arts

En el blog En Compostela he encontrado la noticia sobre la magnífica exposición organizada por el Museo del Prado con sus 90 cuadros de Rubens, que estará abierta hasta el 23 de enero de 2011. La propia información que nos ofrece el Museo es estupenda, y recomiendo no dejar de ver los vídeos que aporta, con los comentarios de Alejandro Vergara, Comisario de la Exposición y Jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte, del Museo. Especialmente atractivo me parece el vídeo: "Resumen del documental 'Rubens. El espectáculo de la vida'." (Aunque, todavía, no lo he conseguido ver una sola vez sin frecuentes interrupciones).

Como dice Begoña Gómez Moral, en su artículo "Rubens, desbordante":

"Debido a su trabajo como pintor y diplomático, la carrera de Rubens (Siegen 1577 - Amberes 1640) estuvo estrechamente ligada a la corona española, dueña, a la sazón, de los Países Bajos meridionales donde creció. No es que este hecho impidiese al flamenco, de actividad tan amplia como intensa, dejar importantes muestras de su creatividad arrolladora en otras ciudades y cortes de la época -Viena, Amberes, Múnich y Londres poseen colecciones destacadas- pero, con cerca de un centenar de piezas, la principal pinacoteca madrileña atesora el corpus más amplio y, posiblemente, de mayor calidad en obras fruto de su pincel." (1)

Más adelante, añade algunos párrafos que transcribimos también por su interés -entre otras cosas- para la actualidad social, la medicina y la psicología:

"En su ideología, fue ferviente católico defensor de la Contrarreforma en una Europa consumida en luchas por el poder espiritual y terrenal. El éxito que disfrutó durante su vida se debe tanto a la capacidad de su arte para expresar la nostalgia que sentían sus coetáneos por la antigüedad como a su habilidad para ofrecerles una imagen engrandecida de sí mismos en un momento en el que los fundamentos de la cultura europea estaban en duda.
El sesgo clasicista en su pensamiento queda patente una vez más en los versos latinos que hizo inscribir en el arco de su villa renacentista: 'Dejemos a los dioses el cuidado de procurarnos sus dones y de concedernos lo que más nos conviene, pues ellos quieren a los hombres más de lo que los hombres se quieren a sí mismos'; 'Pidamos la salud del cuerpo y la del espíritu. Un alma fuerte que no tema a la muerte, inaccesible a la cólera y a los deseos vanos', reproducción libre de 'Juvenal' (Sátira X, de la que también proviene la frase 'mens sana in corpore sano').
Representó este arco en el cuadro 'El jardin del amor', creado en 1630. A partir de esta época, el pintor abandonó casi por completo su actividad como cortesano para centrarse en los encargos del taller y en pintar para su propio disfrute. El dramatismo grandilocuente de su obra anterior se transforma en un estilo más libre y sosegado. El último trabajo iniciado por Rubens sería el lienzo 'Andrómeda y Perseo'. Falleció sin concluirlo en su casa de Amberes el 30 de mayo de 1640, a punto de cumplir los 63 años. El Barroco había perdido a uno de los pintores que mejor interpretarían sus premisas, pero su influencia permanece." (2)

Aprovechando el anuncio de la exposición de Rubens en el Prado me ha parecido oportuno tratar sobre la imagen que encabeza esta entrada. Higea -o Higía, o Hygieía, o Hygeía, que, de estas formas y quizás algunas más, podemos encontrar escrito su nombre- era la diosa griega de la salud. Pertenecía a una ilustre familia mitológica: hija de Asclepio, el dios de la medicina (al que los romanos, luego, llamaron Esculapio) y, por tanto, nieta de Apolo, uno de los más poderosos y polifacéticos dioses del Olimpo, y hermana -entre otras y otros- de Panacea "la que todo lo cura". Con su abuelo, su padre y su hermana aparece en el inicio del famoso Juramento Hipocrático, ese que todo el mundo cree que hemos jurado todos los médicos.

Este cuadro -en mi opinión- es uno de los menos conocidos, pero no por eso menos bello, de Rubens. El pintor nos muestra aquí esplendorosa a la diosa de la salud, representada con su principal atributo: la serpiente.(3) Como dicen los autores del libro El médico de familia en el arte:

"... el contenido del cuadro se centra en ese antídoto que Higea deposita en la boca de la serpiente sagrada para que el veneno de ésta se transforme en remedio beneficioso para la salud corporal del enfermo, mientras la voluptuosidad del cuerpo divinizado (característica de los cánones formales del pintor) y el apasionado color de las telas envuelven la acción en una mirada de anhelo, sorpresa e incredulidad por parte del espectador..."(4)

Notas:
(1) GÓMEZ MORAL, Begoña (2010): "Rubens desbordante". El Diario Montañés [Disponible en: http://www.eldiariomontanes.es/v/20101119/cultura/sotileza/rubens-desbordante-20101119.html. Consultado el 20 de noviembre de 2010].
(2) Ibidem.
(3) La serpiente, en medicina, como en muchas culturas, no tiene la connotación negativa que algunos le otorgan. Al contrario, la serpiente que muda su piel, es signo de renovación, de sanación, y por eso aparece en el emblema de muchas profesiones sanitarias y, concretamente, en la "Vara de Esculapio".
(4) GONZÁLEZ, F.; GONZÁLEZ, J. y ORERO, A. (Dirs.) (2005): El médico de familia en el arte. Barcelona, Grupo Ars XXI de Comunicación: 98.




11 de noviembre de 2010

La "esqueletomaquia" de Carlos González Ragel



La Real Academia Nacional de Medicina celebró, el pasado 21 de septiembre de 2010, una sesión científica sobre "Creatividad y Enfermedad Mental". En ella intervino el Doctor en Psicología don Calixto Plumed Moreno (O.H.), con una conferencia titulada: "Ver más allá de donde alcanzan nuestros ojos. La esqueletomaquia de Carlos González Rajel".

Para Calixto Plumed, según publica Isabel F. Lantigua en elmundo.es: "A pesar de su psicosis y de su adicción al alcohol, a pesar de sus posibles limitaciones, que al final de su vida fueron muchas, González Rajel consiguió aportar a la Psicología del Arte dos importantes capítulos: la esqueletomaquia y la interpretación pictórica de las láminas del test de Rorschach..."

Carlos González Ragel fue un fotógrafo y pintor nacido en Jerez de la Frontera (Cádiz), el 22 de diciembre de 1899 y fallecido en el Hospital de los Hermanos de San Juan de Dios, en Ciempozuelos (Madrid), el 28 de noviembre de 1969. Para saber más sobre su vida y su obra, además de el enlace a Wikipedia, dejo aquí algunos muy interesantes como Gente y Habitantes de Jerez de la Frontera o Jerez Siempre, este último basado -al menos en gran parte- en lo escrito por nuestro querido amigo, don Antonio Mariscal Trujillo, en su libro Jerezanos para la Historia siglos XIX y XX. Recomiendo, asímismo, el artículo de elcorreodigital "Arte hasta en los huesos", la "Esqueletomaquia" del blog Trópico de Capricornio y esta curiosa "Canción para Ragel, virtuoso de la esqueletomaquia", en Nido de Poesía.

2 de noviembre de 2010

La publicidad médico-farmacéutica como arte: Aspirina

Anuncio publicitario de Aspirina®
CVC. Arte publicitario. Cien años de publicidad española. Farmacia
© Instituto Cervantes (España)

Aspirina® es el nombre comercial registrado por la compañía químico farmacéutica alemana Bayer AG para comercializar el ácido acetilsalicílico a partir de 1899. Sobre la historia de este medicamento, desde sus orígenes en la corteza de sauce blanco, hasta ese momento, se pueden encontrar datos interesantes en estos enlaces a Wikipedia y otras páginas de Internet como Bayaspirina.com, de Argentina, y El Escéptico Digital. Pero, lo cierto, es que difícilmente podremos hablar de otro fármaco con una historia tan larga y, aún, en permanente actualidad.

Sin embargo, el motivo de que hoy hablemos de ella aquí es el anuncio publicitario que encabeza esta entrada; en mi opinión, una auténtica obra maestra del arte de la ilustración médico-farmacéutica. Artistas de la talla del genial Norman Rockwell, al que ya nos referimos en Tiempo para la Memoria, incluyeron en su amplia y variada producción artística ilustraciones médicas. Otros se dedicaron exclusivamente a esta rama del arte, como Frank H. Netter, seguramente el más famoso ilustrador médico del siglo XX y médico también de profesión, que trabajó para distintas compañías farmacéuticas. De hecho, muchas de las figuras más importantes de la historia de la medicina fueron ilustradores médicos, pues sin otros medios que sus mayores o menores dotes artísticas, fueron capaces de reproducir sus observaciones científicas. Y, acaso ¿no podemos considerar al gran Leonardo, entre otras muchas cosas, como un ilustrador médico de lujo? Lamentablemente, no conocemos al autor de nuestro anuncio. Pero, sin duda, el dolor de cabeza que -al parecer- sufre la señora que lo protagoniza, se calmará con la aspirina.

30 de octubre de 2010

La "incapacidad laboral" de Vivaldi



obra de François Morellon de la Cave (1723).
Aunque discutido por muchos, se ha considerado que representa a Vivaldi.
Museo Internacional y Biblioteca de la Música (Bolonia).


Antonio Lucio Vivaldi (Venecia, 4 de marzo de 1678 - Viena, 28 de julio de 1741) era conocido como "il prete rosso" ("el cura rojo") y no por su ideología política, lógicamente, sino porque era sacerdote católico y pelirrojo. Lo del color de su pelo era una característica genética familiar. En cuanto a lo de su carrera eclesiástica, se sabe que fue ordenado sacerdote en 1703 y continuó siéndolo hasta su muerte, aunque sólo un año después de ordenarse fue dispensado de celebrar misa (se le concedió una incapacidad permanente total, si se me permite decirlo así) a consecuencia de una enfermedad pulmonar, posiblemente asma.

No sé como le calificaría el Equipo de Valoración de Incapacidades (EVI) en la actualidad; pero lo cierto es que su enfermedad no le impidió viajar ni, sobre todo, componer su inmensa obra musical (cerca de ochocientas composiciones, entre las cuales se cuentan 477 conciertos y 46 óperas).

Doy las gracias, una vez más, a mi querido amigo, el Dr. Carlos Márquez Espinós, que a sus muchos méritos en los campos de la Anestesia y Reanimación, el Tratamiento del Dolor y muy especialmente -en lo que a mí respecta- en la Historia de la Medicina, une el de "melómano empedernido", y tuvo la amabilidad de darme a conocer este delicioso... 




Esta entrada se publicó originalmente en "Tiempo para la Memoria", el 14 de enero de 2010.

27 de octubre de 2010

Mesmer y Mozart


Pacientes recibiendo tratamiento en París mediante el "magnetismo animal"
de Mesmer. Autor desconocido. Aguafuerte en color (c. 1785)
Wellcome Images. Cortesía de la Wellcome Library, Londres

La historia de las relaciones entre médicos y artistas contiene páginas que se pueden calificar, como mínimo, de curiosas. Ese es el caso de la relación que existió entre uno de los médicos más famosos y controvertidos del siglo XVIII, Franz (o Friedrich) Anton Mesmer (1734-1815), el creador de la teoría del "magnetismo animal", y uno de los más grandes genios de la música de todos los tiempos, Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Mozart conoció a Mesmer cuando todavía era un niño, pero un niño de 12 años capaz de componer una ópera. Veintidos años después. en 1790, el nombre y la terapéutica de Mesmer aparecerían en otra de sus obras más conocidas, la opera buffa Cosi fan tutte.

Franz Anton Mesmer (1734-1815)
Autor desconocido. Óleo sobre lienzo 51 x 41 cm.
Wellcome Images. Cortesía de Wellcome Library, Londres


Mesmer nació en la aldea de Iznang (Suabia) en la actual Alemania. Estudió Medicina en Viena. En 1766 hizo pública una disertación con el título De planetarum influxu in corpus humanum, en la que trataba sobre la influencia de la luna y los planetas en el cuerpo humano y en sus enfermedades. Sin embargo, lo que le haría famoso sería la doctrina del "magnetismo animal", con su correspondiente método terapéutico. En la página de historia de la medicina de iqb se explica así:
"...a raíz del conocimiento que tuvo Mesmer de la curación de una paciente [...] gracias a un imán, elaboró la teoría del 'magnetismo animal'. [Él] creía en la existencia de un fluido magnético que podía ser traspasado de una persona a otra mediante la imposición de manos o friegas. Al principio utilizaba un imán, pero posteriormente empleó las manos y a veces ni siquiera tocaba a los pacientes, mujeres por regla general. Dicha imposición o pases provocaban en los pacientes crisis de histeria con convulsiones, espasmos [y] temblores, seguidos de una remisión total o parcial de los síntomas.
Inicialmente, su labor fue objeto de reconocimiento por sus colegas, adquiriendo Mesmer una gran fama y siendo incluso llamado a Munich por el Elector de Baviera [...] El Consejero de la Academia de Ausburgo [sic] escribe que '...lo que ha conseguido aquí con diversas enfermedades hace suponer que le ha arrebatado a la naturaleza uno de sus más misteriosos secretos...'. Posteriormente, sus éxitos y sus procedimientos un tanto teatrales comienzan a granjearle las envidias y odios de sus colegas. El caso de [...] María Teresa de Paradies [sic], es la gota que colma el vaso. Esta joven ciega tratada en vano por los más prestigiosos médicos vieneses, recupera con Mesmer parcialmente la vista. Sus despechados colegas acusan a Mesmer de superchería y de utilizar [a] la joven, a la que acusan de ser [su] amante. La situación empeora hasta tal punto que Mesmer abandona Viena y marcha a París en febrero de [1777]."


En París el éxito fue inmediato. A su consulta acudía una numerosa clientela, incluyendo muchas damas de la más alta aristocracia francesa, y con ellas -al parecer- la mismísima reina María Antonieta. Eran tantos los pacientes que Mesmer comenzó a realizar lo que podríamos llamar "terapia de grupo". En YouTube, podemos ver imágenes de esas sesiones tomadas de la película "Mesmer" (1994), dirigida por Roger Spottiswode, con Alan Rickman en el papel protagonista (quien -por cierto- ganó el premio al mejor actor en el Festival de Cine de Montreal, por su interpretación). La sesión de "magnetismo animal" empieza en el minuto 6:14 del primer videoclip (les sugiero que adelanten el cursor) y continúa en el segundo.




No es de extrañar, visto lo visto, que -aún en la liberal Corte de Luis XVI- muchos considerasen aquellas reuniones como "una ofensa a la moral pública", entre ellos el propio Rey (no olvidemos que su esposa, según se dice, era una de las mujeres que partipaban en ellas) y que se nombrara una Comisión Real para estudiar el "mesmerismo" (como luego se conocería lo que su creador llamó "magnetismo animal") en la que participaron, entre otros, el médico Guillotin, los químicos Lavoisier y d'Arcet, el político y académico Bailly, y el célebre embajador de los Estados Unidos de América y científico interesado en los temas más diversos, Benjamin Franklin. La Comisión, como ya se comentó en otro blog, "Tiempo para la Memoria", dictaminó que no había evidencia de la existencia de un "fluido magnético" -como sostenía Mesmer- sino que las posibles curaciones, si es que las había, se deberían a lo que hoy conocemos como "sugestión". Mesmer abandonó París y, tras un breve paso por Viena, vivió el resto de su vida -de forma tranquila- en su casa del lago de Constanza.


Pero, si la obra médica de Mesmer puede ser discutida, de lo que no cabe duda es de su exquisito gusto musical. Él mismo, músico aficionado, interpretaba y componía para la armónica de cristal que empleaba en sus sesiones terapéuticas. Sin embargo, lo más destacado de su relación con la música es su labor como mecenas de Mozart.

Mozart a los 6 años de edad
Mesmer lo conocería algún tiempo después, a los 12 años
Fotografía de A. Lenisch, de una pintura de autor desconocido
Wellcome Images. Cortesía de la Wellcome Library, Londres

Recién terminada la carrera de Medicina, Mesmer se casó con una viuda rica y se estableció en Viena. Vivía en una espléndida situación, gracias a su esposa, y se dedicó a patrocinar las artes. Mozart pasó casi un tercio de su corta vida viajando. En 1768 estaba en Viena y estrenó su singspiel Bastien und Bastienne en casa de Mesmer.


Veintidos años después, uno antes de su muerte, en 1790, al final del primer acto de su ópera bufa Cossi fan tutte ossia la scuola degli amanti, aparece una clarísima alusión a Mesmer y su particular terapéutica. El argumento completo de la ópera se puede leer con mayor o menor detalle en BlogClásico, el artículo de Silvia Alonso en Mundoclásico.com o la misma Wikipedia. Pero la escena a la que nos referimos se desarrolla en casa de las hermanas Fiordiligi y Dorabella, adonde han acudido disfrazados sus prometidos, los oficiales Ferrando y Guglielmo, para probar y comprobar la fidelidad de sus respectivas novias, y se supone que han muerto por haber ingerido un veneno. Aparecen don Alfonso, auténtico responsable de toda la trama, por ganar una apuesta que ha hecho con los oficiales, y la criada Despina (magníficamente interpretada, en esta ocasión, por la soprano Teresa Stratas) dispuesta a todo, también por dinero, que se hace pasar por un esperpéntico "Doctor en Medicina": Ecovi il medico! 

*Actualizado el 11 de enero de 2013

18 de octubre de 2010

San Lucas, médico

Juan de Sevilla [?] (fl. 1401-1435), "San Lucas". Museo del Prado, Madrid.

El 18 de octubre se celebra en España y otros países -como bien ha señalado el profesor Tuoto, en una reciente entrada a su blog, "HISTÓRIA DA MEDICINA"- la festividad de San Lucas, patrón de los médicos y de las facultades de medicina.


Lucas, al que San Pablo -su principal maestro en la fe de Cristo- en su Epístola a los Colosenses llamó "el médico amado" (1Col. 4, 14), era de origen griego, natural de Antioquía (en la actual Turquía) que en aquel tiempo formaba parte del Imperio Romano. Su formación médica helenística queda patente -según la mayoría de los historiadores- en sus escritos conocidos, el tercer Evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Se dice que también fue pintor, y que llegó a pintar a la Virgen María. Por eso, en la iconografía de San Lucas, no es raro verle representado, además de con sus atributos como evangelista (fundamentalmente el toro), como pintor de la Virgen. Médico, escritor, historiador y pintor, se le puede considerar, por tanto, como uno de los primeros médicos humanistas de los que tenemos noticia.


Sin embargo -como han hecho notar el profesor Bureo Dacal y la profesora López Campuzano- "la representación iconográfica de San Lucas como profesional de la medicina es muy escasa." Por eso, nos parece de gran interés la obra que encabeza esta entrada. Se trata de un temple sobre tabla, de 161 x 155 centímetros, perteneciente al Museo del Prado, que -aunque no con certeza absoluta- se atribuye a Juan de Sevilla. La valoración artística de esta tabla goticista que se asoma al incipiente Renacimiento me gustaría que la hicieran los expertos que visitan este blog. Pero, desde el punto de vista médico, no debo dejar de llamar la atención sobre el acto que representa. No es un milagro. San Lucas, el médico, ayudándose con el instrumental quirúrgico que aparece sobre la mesa de trabajo, atiende a los pacientes en su consulta, y está curando a uno de ellos con esmero -más aún- con amor. Porque, como decía el profesor Laín Entralgo, el acto médico "...es un acto de amor".(1)


En 1958, la escritora anglo-americana Taylor Caldwell, publicó la novela Dear and Glorious Physician, sobre San Lucas, que se titularía en español: Médico de Cuerpos y Almas. Son más de setecientas páginas, pero merecen leerse.


Buscando información para otra entrada me he encontrado -después de haber publicado ésta- con el magnífico blog "A Arte da Medicina", de Renata Calheiros Viana. Dejo aquí el enlace a su estupendo "post" sobre San Lucas.


Notas:
(1) LAÍN ENTRALGO, Pedro (1964): La relación médico-enfermo. Historia y teoría. Madrid, Revista de Occidente. p. 25.


Actualizado el 20 de septiembre de 2010, a las 2:53 horas.

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