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27 de agosto de 2011

Retratos de médicos


Jacques-Louis David (1748-1825). Retrato del doctor Alphonse Leroy (1783)
Óleo sobre lienzo. 72 x 91 cm.
Musée Fabre. Montpellier (Francia)
(Pulsar sobre la imagen para ampliarla)

A principios del pasado mes de julio, cuando acabábamos una de nuestras intensas reuniones de evaluación de exámenes, le pedí a mi amigo Juan V. Fernández de la Gala que me permitiera "transcribir" (dicho así suena mucho mejor que "copiar") una de sus entradas en KIRCHER LANDSCAPE: la que trata sobre el retrato que Jacques-Louis David (1748-1825) le hizo al doctor Alphonse Leroy (c.1742-1816). Quería incluirla en este blog. Él amablemente aceptó. Pero la entrada del profesor Fernández de la Gala me gusta tanto y me parece tan ejemplar que es ella, a modo de lección magistral, la que da inicio a la materialización de un proyecto que venía meditando desde hace algún tiempo: crear un nuevo blog dedicado específicamente a comentar RETRATOS DE MÉDICOS...

Nunca he sido capaz de sentirme tranquilo y satisfecho con un único trabajo (gracias a Dios, no me han faltado) o de centrar mi interés en una sola línea de investigación. Está visto y comprobado que tampoco puedo conformarme con un blog, o con dos... Ya van tres (sin contar las colaboraciones en otras bitácoras). A partir de ahora, TIEMPO PARA LA MEMORIA continuará abierto a la más amplia variedad de temas; pero ocupándose habitualmente -como los demás- de las relaciones entre la medicina, la historia y el arte; y con la mayor presencia musical posible. Medicina y Arte seguirá teniendo como asunto principal el maravilloso mundo de la pintura, visto con ojos de médico. Y el recién nacido, RETRATOS DE MÉDICOS, mostrará imágenes para "ponerle cara" a los nombres y apellidos de mis colegas de profesión, más o menos lejanos en el tiempo, más o menos conocidos.


Naturalmente, esta dispersión obligará a que la frecuencia de publicaciones sea baja en cada blog: una o dos entradas al mes. No es mucho, pero intentaré que cada entrada sea la mejor posible.


Ahora, por favor, pasen y vean...



13 de agosto de 2011

Pavlov en el quirófano


Ilya E. Repin (1844-1930). El cirujano Evgeny Vasilievich
Pavlov en la sala de operaciones
(1888).
Óleo sobre lienzo. 27,8 x 40,3 cm.
Galería Estatal Tretiakov, Moscú

Decir Pavlov, para los que hemos estudiado alguna vez fisiología o psicología, es pensar inmediatamente -como si de un reflejo condicionado se tratase- en el célebre científico ruso Ivan Petrovich Pavlov (1849-1936) y sus experimentos con perros, que sirvieron para establecer la teoría conocida como condicionamiento clásico, que posteriormente aportaría parte del fundamento teórico del conductismo, y para que le concedieran el Premio Nobel de Medicina en 1904.


Pero, aunque algunos sitios de Internet -equivocadamente- le otorguen incluso el protagonismo de este cuadro, Ivan Petrovich no es el único Pavlov cuyo nombre merece ser recordado. Hubo -y sigue habiendo- otros, entre ellos el que realmente aparece en la pintura de Ilya Repin que ahora vemos, el cirujano Evgeny Vasilievich Pavlov. Lamentablemente, hasta ahora no he podido conseguir sobre Evgeny Pavlov más datos, ni en los libros de Historia de la Medicina que manejo, ni en Internet -a pesar de que la búsqueda de su nombre nos remita a la Enciclopedia de San Petersburgo-, que su probable relación con el Hospital Municipal Mariinskaya, un "hospital para pobres", como lo eran la mayoría de los hospitales europeos -por no decir todos- hasta la creación de los modernos servicios públicos de salud(1); aunque un buen número de esos hospitales nos sorprendan por su extraordinaria belleza arquitectónica.


Es posible que nunca hubiera tenido noticia de la existencia del cirujano Evgeny Vasilievich Pavlov, por mucha fama que hubiera llegado a adquirir en su momento, si no fuera porque Ilya Repin pintó para la posteridad una de sus intervenciones quirúrgicas.


El pintor parece estar presente en la sala de operaciones y, desde su rincón, sin molestar, nos muestra a doce sanitarios, seis hombres y seis mujeres, en plena labor. Del paciente se ve poco: una pequeña parte de ambos miembros inferiores, sujetos cada uno por un ayudante, y algo -casi nada- de la cara. Está anestesiado(2). El artista oculta deliberadamente -así lo creo, al menos- lo más desagradable de la operación. Pero no cabe duda de que se trata de una intervención traumatológica. Médicos, enfermeras y auxiliares cumplen atentamente con sus respectivas funciones en el equipo quirúrgico. En silencio. Un silencio que se percibe interrumpido, tan solo, por los golpes secos del mazo sobre el escoplo o el cincel que, como un carpintero o un escultor, Pavlov, en el centro de la imagen, aferra en sus manos. El mobiliario, el pavimento, los accesorios, la indumentaria, son los propios de la época y el lugar. Otra cosa me llama especialmente la atención: la luz. No hay lamparas como las que podemos encontrar en nuestros quirófanos actuales. La luz natural que penetra en la sala a través de un ventanal es la que dota a la escena de su limpia claridad.


Como homenaje al poco conocido cirujano Evgeny Vasilievich Paulov y a todos sus colaboradores, acabamos con el popular Vals de las Flores, de la suite El Cascanueces, que su compatriota y contemporáneo Tchaikovsky compuso tres o cuatro años después de que Repin pintara aquella operación. En esta versión, Miguel Guerra dirige la Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española. Contrasta la delicadeza de este vals con la dureza de una intervención como la representada en el cuadro; pero no debe haber mucha diferencia entre la sincronía de los músicos y la de aquel equipo quirúrgico.


NOTAS
(1) Con antecedentes más próximos en los valetudinaria del ejército romano que en los asclepiones griegos, pero con una mentalidad nueva, los hospitales nacen en los monasterios fundados por San Basilio, en Oriente, y San Benito, en Occidente, entre los siglos IV y VI, siguiendo los principios cristianos de la caridad y el amor al prójimo, para asistir a los pobres y enfermos "como si del mismo Cristo se tratase", para curar -si era posible- o para ayudar a "bien morir" cuando fuera necesario. Lógicamente, no siempre ni en todas partes, el trato recibido por esos pobres y enfermos sería el ideal. Pero, lo cierto es que, durante mucho tiempo, sólo la Iglesia se ocupó de los más necesitados. Mucho después, el poder político, la realeza, instituyó sus primeros hospitales; y más tarde aún, la naciente burguesía, abriría los suyos a cargo, sobre todo, de las arcas municipales. Ya en el siglo XIX, con los avances de la medicina y los inicios de la Salud Pública comienza un nuevo modo de atención sanitaria. Es curioso que el primer "seguro de enfermedad" fue creado en Alemania, en 1883, por Bismarck.
(2) La anestesia, el control de la hemorragia o hemostasia y la antisepsia de Lister, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, permitirían el desarrollo de la cirugía, para que alcanzara el nivel que nunca antes había podido tener.

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