Newton Alonzo Wells (1852-1923). Castor Oil (1891) |
Se tapa la boca y mira a su madre con gesto lastimoso mientras ésta, convencida de sus efectos beneficiosos, por muy desagradable que sea su sabor, se dispone a darle una cucharadita del medicamento. Seguramente, no es la primera vez que el pobre niño se ha visto obligado a vencer las náuseas e ingerir el aceite de ricino.
Así nos lo muestra en este precioso cuadro, a finales del siglo XIX, el pintor y profesor de la Universidad de Illinois Newton Alonzo Wells.
El aceite de ricino, mal llamado también aceite de castor por su nombre en inglés, castor oil, procede realmente de una planta cuyo nombre científico es Ricinus comunis. Se ha usado con fines medicinales desde la antigüedad y aún hoy se sigue utilizando porque se le atribuyen -con no demasiado fundamento científico- múltiples indicaciones. No obstante, a lo largo de la historia, su uso más común ha sido como purgante; aunque en la actualidad, afortunadamente, se emplea fundamentalmente en cosmética.
El cuadro es bonito y refleja bien el temor infantil al remedio. Tuve la suerte de niño de no verme en la necesidad y obligación de probarlo. Ya no se llevaba tanto. Un abrazo.
ResponderEliminarPor fortuna ha pasado el tiempo, que ya imagino lo mal que sabía ese purgante...El cuadro, un hermoso costumbrista.
ResponderEliminarUn abrazo querido Francisco.
Muy bueno. Esa mirada es un tratado de interpretación que podría figurar en el método Strasberg. Desconfianza, temor, ira, asco.
ResponderEliminarEl torso de la madre nos habla de solicitud, cariño, paciencia. Más que un cuadro, una lección de expresión corporal.
Pues menos mal que ya no se usa. Por lo menops, en mi caso, no he tenido que probar nunca su mal sabor que, por cierto, nadie me ha descrito. ¿Será ácido, pegado al paladar, extremadamente dulce, amargo quizá, picante?
ResponderEliminarUn saludo
De la que nos hemos librado con de ricino jubilado.
ResponderEliminarEl cuadro es precioso. De un realismo que impresiona por ejemplo en la colcha.
Muy interesante y ameno tu blog, Francisco, por suerte nunca me dieron aceite de ricino, pero parece que fue el terror de muchos...
ResponderEliminarSaludos desde Caracas
¡Pobrecillo!, con esa carita lo dice todo. Por fortuna hoy nos libramos del temido aceite de ricino.
ResponderEliminarLa pintura de un realismo exquisito mi querido Francisco.
Un abrazo siempre, desde mi lejana tierra.
Que buena obra de arte. Representa perfectamente la humanidad del pequeño.
ResponderEliminarSaludos
Rodrigo
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