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28 de febrero de 2012

Los apestados de Jaffa


Antoine-Jean Gros (1771-1835). Bonaparte visitant les péstiféres de Jaffa le 11 mars 1799 (1804), detalle
Óleo sobre lienzo. 523 x 715 cm. (Obra completa)
Musée du Louvre. París

Como médico jefe del ejército de Napoleón en Egipto, durante los años 1798 y 1799, René-Nicolas Dufriche (1762-1837), más conocido como Desgenettes (de quien ya empezamos a hablar en el blog Retratos de Médicos), más allá de las heridas de guerra, tuvo que combatir contra la viruela, el escorbuto, la conjuntivitis aguda, la disentería y otras enfermedades que, como era común en la época, se llamaban con el nombre genérico de "fiebres". Es posible que esas enfermedades causaran mayor mortalidad que las armas del enemigo, a pesar de las rigurosas medidas higiénicas que de acuerdo a los conocimientos de la época ordenó establecer Desgenettes. Pero, de todas ellas, la peor sin duda y, paradójicamente, la que más ha influido en que hoy recordemos al jefe médico de aquel ejército napoleónico, por cuadros como los que podemos ver en esta entrada, fue la peste.


La peste es una de las enfermedades infectocontagiosas que más mortalidad ha producido a lo largo de la historia, originando numerosas epidemias y pandemias. Está causada por una bacteria, la Yersinia pestis, llamada así en homenaje al bacteriólogo franco-suizo Alexandre Yersin, que la descubrió en 1894. Los roedores, como las ratas, portan la enfermedad y esta se propaga por medio de las pulgas. Los humanos pueden contraer la peste cuando son picados por una pulga que porta la bacteria de esta enfermedad a partir de una rata infectada; pero esto no se supo hasta que lo describió Yersin, casi un siglo después de que ocurrieran los acontecimientos que se expondrán a continuación, y que llevaron al médico Desgenettes a enfrentarse con Napoleón. El contagio directo entre humanos es raro, ya que sólo puede producirse en una variedad de peste pulmonar, llamada peste neumónica.


Los primeros casos de la epidemia que afectó a las tropas de Bonaparte aparecieron durante la penosa travesía del desierto que tuvieron que realizar para escapar del hostigamiento al que les estaban sometiendo los ingleses, por un lado, y los otomanos por otro. Desgenettes, al tener noticia de esos primeros casos, en un intento de que la moral de los soldados no se viera afectada, prohibió incluso que se pronunciara el nombre de la temible enfermedad, sustituyéndolo por eufemismos como "fiebre bubonosa" o "enfermedad de las glándulas". Él mismo, siempre con el fin de que no decayera la moral de los hombres, tanto sanos como enfermos, realizó diversos actos más temerarios que valientes, como beber delante de todos, del mismo vaso que acababa de utilizar un enfermo, los restos del medicamento que se le había administrado. Pretendía así demostrar que la enfermedad no se transmitía por la saliva, como se venía diciendo (cosa que él no podía saber entonces, pero que resultó ser tal como afirmaba). En otra ocasión, se inoculó públicamente pus tomado directamente del bubón de un apestado, sin que se contagiara de la enfermedad. Esta escena sería posteriormente representada en varios grabados; aunque aquí traemos la que acompañaba al sello emitido por la República Francesa, el año 1972, en memoria de Desgenettes.





Lo cierto es que, a principios de 1799, en la ciudad de Jaffa (hoy perteneciente a Israel) a orillas del Mediterráneo, los servicios sanitarios franceses tuvieron que organizar la asistencia de la ingente cantidad de soldados afectados por la epidemia.


En abril de 1799, Napoleón decide evacuar a su ejército por mar, de vuelta a El Cairo. Pero se le plantea el problema de los enfermos de peste y sugiere a Desgenettes, en presencia del general Berthier, su Jefe de Estado Mayor, que se acortara la vida de los enfermos administrándoles altas dosis de opio, a lo que el médico respondió tajante: "Mi deber es mantenerlos con vida". Ante la determinación de su médico jefe, Napoleón pareció ceder y manifestó que se adoptarían medidas especiales para su evacuación. Sin embargo, en cuanto pudo, a espaldas de Desgenettes y de acuerdo con el farmacéutico jefe, Roger -según la bibliografía consultada- los apestados recibieron dosis letales de láudano (un preparado compuesto de opio y otras sustancias) para acabar con ellos. Su muerte masiva, no obstante, fue atribuida al incendio que, precisamente, se declaró en el lugar donde estaban concentrados. Un incendio sobre el que recae la fundada sospecha de que, aunque no lo hiciera personalmente, como es lógico, fue la mano de Napoleón la que prendió la mecha.


Desde aquel episodio surgió una evidente tensión entre Bonaparte y Desgenettes. Esa tensión llegó al extremo cuando poco después, ya de regreso en El Cairo, delante de los científicos que habían acompañado a Napoleón en su expedición a Egipto, el general exclamó: "La química es la cocina de la medicina". Inmediatamente, Desgenettes le preguntó: "¿Y cuál es, Sire, la cocina de los conquistadores?". Los dos hombres no volvieron a dirigirse la palabra hasta que Bonaparte partió inesperadamente hacia Francia el 22 de agosto de 1799. Desgenettes permaneció con las tropas en Egipto y no regresaría a su país hasta septiembre de 1801.


En 1804, el pintor Antoine-Jean Gros (1771-1835), como parte de la campaña de autopropaganda que el propio Bonaparte había promovido en su acceso al poder absoluto, presentó el cuadro que da nombre a esta entrada (pulsando sobre la imagen se puede ver ampliada). 

Antoine-Jean Gros (1771-1835). Bonaparte visitant les péstiféres de Jaffa le 11 mars 1799 (1804)
Óleo sobre lienzo. 523 x 715 cm.
Musée du Louvre. París

En el centro de la escena, Napoleón Bonaparte, valiente y compasivo, toca el bubón de uno de los enfermos; hay quien dice que lo hace como aquellos antiguos monarcas a los que se creía dotados de poder taumartúgico y curaban con el simple contacto de su mano, lo que se llamaba el "toque real". A la izquierda de Bonaparte, detrás, en un lugar discreto, se ve parte del rostro del médico (unos dicen que se trata de Desgenettes, otros que era el cirujano Masclet). A la derecha del general, su ayudante de campo, se tapa la boca y la nariz con un pañuelo. En torno a ellos aparece por doquier la miseria de los pobres enfermos, caquéticos, demacrados, muchos de ellos prácticamente desnudos, algunos atendidos por médicos que visten ropas orientales; como oriental es la arquitectura que pinta Gros, sin olvidar situar en lo más alto la bandera francesa como prueba de su dominio sobre la ciudad.


Cabe añadir que además de esta versión, la más conocida, que se encuentra en el Museo del Louvre, existe otra anterior, pintada por Gros en 1802 seguramente preparando la monumental obra que hemos visto ya, más pequeña y con algunas diferencias en los personajes y el lugar, que se puede ver en el Museo Condé, de Chantilly. Es la que se reproduce a continuación.

Antoine-Jean Gros (1771-1835). Les péstiféres de Jaffa (1802)
Óleo sobre lienzo. 91 x 116 cm.
Musée Condé. Chantilly


Finalmente, se puede decir en su honor que -según los famosos Juicios..., publicados en 1828-  Napoleón escribió de Desgenettes lo siguiente:
"Éste es un hombre excelente. Él fue de la opinión de que se dejase vivir a los apestados de Jaffa [...] cuando el ejército evacuó esta ciudad, diciendo que su profesión era la de curar a los enfermos y no hacerlos perecer."

12 comentarios:

  1. Siempre me gustó esta obra de Gross; expresa como pocas el espíritu romántico, esos fondos arquitectónicos exóticos, esos rostros y cuerpos enfermizos, esas miradas melancólicas y, como muy bien has hecho, se puede explicar los efectos de la peste a través del lienzo. Un gran trabajo, Francisco. Mis felicitaciones. Saludos.

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    1. Muchas gracias Paco. Yo no estoy capacitado para valorar artísticamente la obra, por eso me encanta escuchar la voz de los expertos como tu. Modestamente, pienso que Gros fue un buen discípulo de David y puede que -como debe ser- llegara incluso a superar al maestro.
      Sobre Napoleón Bonaparte, creo que fue un magnífico estratega no sólo en el campo de batalla, sino que supo hacer uso de todo, especialmente del arte, para la consecución de sus fines.
      Y, en cuanto a la medicina, este cuadro nos muestra vívidamente los efectos de una de las enfermedades más mortíferas que ha tenido la desdicha de sufrir la humanidad.
      Gracias de nuevo, amigo Paco, un fuerte abrazo y feliz domingo.

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  2. Felizmente que descubri recentemente este seu blog maravilhoso. Os posts que coloca são de extremo interesse e uma obra de cultura e literária. Muito obrigado e continue a deliciar-nos e a instruir-nos.
    Um abraço de Portugal

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    1. Muito obrigado amigo Fanático_Um. E un abraço para vôce.

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  3. Qué interesante y qué dura la historia que nos traes, querido Paco. En algunos casos se mira de otra manera una obra de arte si se conoce bien lo que hay detrás. Desconocía este triste y lamentable episodio. Da miedo pensar en las guerras de hoy y en qué cosas parecidas puedan ocurrir ¿verdad?
    Muchos besos.

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    1. ¡Ojalá aprendiéramos de la historia, Lola!
      Para ti, querida y leal amiga, mi gratitud y un beso muy grande.

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  4. Menos mal que Napoleón era buen estratega, porque si no... hubiese ganado pocas batallas con las enfermedades de la tropa.
    Me encanta llegar a este blog y reparar en detalles de cuadros que me han pasado siempre desapercibidos (eso, si es que conozco el cuadro, claro). De este cuadro, si no hubiese leído la entrada, me hubiese quedado sólo con el tema de fondo y las perspectivas.

    Doc, fantástica la banda sonora del blog. En otros blogs te llevas cada susto... pero Mahler es mucho Mahler.

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    1. Parece que ha sido una constante, a lo largo de la historia, plagada de guerras y tragedias humas, que la enfermedad se ha llevado tanta gente -si no más- que las armas.
      Muchas gracias, Vivir, por la amabilidad de tus palabras; especialmente, en esta ocasión, por la referencia al adorno musical. Mahler -como bien dices- es mucho Mahler; pero ni la delicadeza de sus notas supera la magia de tu sonrisa. Un afectuoso abrazo, amiga.

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  5. Me encanta esta obra. Creo que muestra una transición entre el neoclasicismo y el romanticismo. Sin embargo, es poco probable que Napoleón haya estado personalmente en Jaffa alguna vez. Felicitaciones por el blog, es muy interesante.

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    1. Es opinión bastante generalizada, amigo Blackmount, que Napoleón nunca estuvo en Jaffa, a pesar de que en el propio título del cuadro se menciona la fecha y de que en dicha ciudad -doy fe de ello- tienen un recorrido turístico por los lugares donde se supone que pasó Bonaparte.
      Gros, fue el mejor discípulo de David. Muchos dicen que -como siempre debería ser- el discípulo superó al maestro. Y, ciertamente, el fue quien dio el primer paso para que la pintura francesa evolucionara del neoclacisismo al romanticismo.
      Muchas gracias por la amable felicitación, por el interesante comentario y por su presencia aquí.
      ¡Un abrazo!

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  6. Interesantes como siempre las entradas que nos regala en este blog. La pintura en cuestión ya la había visto pero no sabía todo lo que tenía de historia y de relación con la medicina.
    Saludos y seguimos atentos de sus interesantes, amenas e inteligentes aportaciones.

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    1. Muchas gracias, Jorge Mauricio. Seguiremos, juntos, en ello... Porque hoy he conocido su último "parto" y -como digo en el comentario que le he dejado- será un placer para mí darle toda la difusión que mis modestos medios me permita.
      ¡Enhorabuena, colega! Y un afectuoso abrazo.

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