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22 de septiembre de 2011

La publicidad médico-farmacéutica como arte: un "licor medicinal"


Fotografía: Rafael Tarín Sánchez


La imagen apenas necesita comentarios. Basta con leer el insuperable texto que acompaña a esa amable enfermera (por supuesto, debidamente recatada, como corresponde al lugar y a la época) mientras le ofrece una copita del famoso Licor 43 al paciente -seguramente convaleciente- con su manta sobre las piernas, su batín... y la corbata bien puesta.


Este pasmoso hallazgo se lo debemos a la curiosidad y perseverancia investigadora del estudiante de Medicina don Alfredo Luis Díaz Gómez, que ha tenido el detalle de cederla para este blog. La encontró en  la cara interna de la contracubierta del número 109, de la revista Domus Medici, publicada en Madrid, en el primer trimestre de 1952.


Gracias don Alfredo.


¡Qué tiempos aquéllos, cuando los licores eran medicinales!


Ese mismo año se estrenaba la segunda versión (hay otra anterior, de 1927) de la película La hermana San Sulpicio, de Luis Lucia. A continuación, podemos ver las escenas finales, en las que intervienen Jorge Mistral, en el papel del doctor Ceferino Sanjurjo; Manuel Luna, como el sacerdote don Sabino; la sin par Carmen Sevilla, haciendo de Gloria Alvar González, antes Hermana San Sulpicio; y un "angelito" en funciones de Cupido cuyo nombre desconozco... En las imágenes no se ve una copa, ni un cigarrillo -como si fuera ahora- pero tampoco un beso. Era la España de 1952.


11 de septiembre de 2011

Una consulta médica en Altái


Irina V. Shevandronova (1928-1993). "En una consulta médica en Altai" (1953)
Óleo sobre lienzo, c.119 x 145 cm.
Colección Privada
(Pulsar sobre la imagen para ampliarla)

Irina Vasilevna Shevandronova fue una pintora rusa que nació en Moscú, el 24 de marzo de 1928, y falleció en esa misma ciudad en 1993. A la Shevandronova le tocó vivir la época de mayor auge de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1922-1991), cuando era la otra gran potencia mundial, en contraposición con los Estados Unidos de América. Aunque, también, tuvo que asistir a su disolución. Shevandronova vivió la Guerra Fría al otro lado de la "cortina de hierro" (lo que en España se tradujo como el "telón de acero"). Pero no parece que a ella -o, al menos, a su obra- le afectara mucho que el mundo estuviera partido en dos mitades. Sus paisajes son tranquilos y luminosos. Sus retratos amables. Y las escenas con niños -en las que destacó especialmente- están pintadas con una delicadeza, una ternura y una gracia exquisitas: emanando optimismo y bienestar.


Si tuviera que calificar con un solo adjetivo al cuadro que da inicio a esta entrada, diría "alegre". Pocas veces se puede decir esto de una pintura de tema médico. Inevitablemente, buscando posibles comparaciones, pienso en la obra de ese gran ilustrador, pintor y fotógrafo estadounidense que fue Norman Rockwell (1894-1978), algo mayor que la pintora rusa, pero no demasiado; al que se puede considerar, por tanto, contemporáneo suyo. Ciertas lenguas viperinas afirman que Rockwell, como buen capitalista, estaba muy influido por las grandes empresas, particularmente por la industria farmacéutica. No veo yo esa influencia por ninguna parte cuando contemplo a esos viejos médicos de cabecera "examinado" a las muñecas, supuestamente "enfermitas", que le presentan unas "preocupadas" niñas (ya tratamos este tema en Tiempo para la memoria), o en el inigualable "Before the Shot", por ejemplo. ¿Se puede suponer, entonces, que el Soviet Supremo, que en 1963 la nombró "Artista de Honor" impuso a Shevandronova su forma pintar? Pues, tampoco lo creo... Aunque, lógicamente, la cultura recibida durante sus años de formación tendría que manifestarse a la hora de expresar su peculiar sensibilidad artística.


Irina Shevandronova pintó este cuadro en 1953, el mismo año en que cumplía los veinticinco de edad. Diez años antes había comenzado sus estudios artísticos en Moscú, y ese mismo año, 1953, finalizaba su carrera universitaria, en la Facultad de Pintura del prestigioso Instituto Surikov. Durante 1951 y 1952 había viajado a la República de Altái, en Asia Central, al sur de la Unión Soviética, que tiene fronteras con Mongolia, China y Kazajistán; donde muchos de sus habitantes -como los que aparecen en el cuadro- pertenecen a grupos étnicos semejantes a los de esos países.


En el cuadro, el pequeño paciente, quien -por fortuna- no aparenta sufrir ninguna enfermedad grave, se deja hacer, apoyándose confiadamente en las rodillas de la sonriente doctora con flores en el pelo que le ausculta -pediatra o médico general, no sabemos, en todo caso, por el entorno en el que se desarrolla la escena, médico rural ejerciendo funciones pediátricas- más atento a su hermano pequeño que, como corresponde a su edad, procura coger uno de los numerosos frascos depositados sobre la mesa y, si no lo alcanza, es porque lo sujeta su madre sin perder de vista al enfermito. La decoración de la consulta es sencilla y modesta: madera en el suelo; en la camilla sobre la que se ha dejado el abrigo del niño; en la mesa de la doctora, una auténtica mesa camilla, con su mantel blanco, en vez de la habitual mesa de despacho; en el armario que contiene, probablemente, instrumental y medicinas. Tan solo el típico taburete redondo parece tener las patas metálicas. Al fondo, detrás de la madre, creemos ver un lavamanos. La intimidad del acto médico no se encuentra debidamente preservada, porque a través del amplio ventanal que ocupa casi por completo la pared situada a la espalda de la doctora, asoman las caritas de tres criaturas (compañeros de juegos del paciente, sin duda) que observan con curiosidad cuanto ocurre dentro. No pondremos una reclamación ante la autoridad competente por dicha falta de intimidad. Ese ventanal nos deja ver las montañas de Altái y permite que, a través de sus cristales, la cálida luz de la mañana inunde la escena con todo su esplendor. ¡Así da gusto pasar consulta!

7 de septiembre de 2011

Retratos de médicos: Hipócrates


Busto que representa a Hipócrates de Cos (c. 460 a.C. - 370 a.C.)
Museo Pushkin. Moscú

Anciano, aunque todavía robusto, calvo, con barba corta, nariz prominente y profundas arrugas que surcan su rostro y, sobre todo, su frente. Así han representado tradicionalmente los artistas a Hipócrates siguiendo un antiguo arquetipo. Sin embargo, no se sabe con certeza cual era su verdadera apariencia física...

En el blog RETRATOS DE MÉDICOS he publicado y comentado diferentes imágenes que muestran al "padre de la medicina"... Por problemas que no he podido solucionar, las nuevas entradas no se actualizan, dificultando el seguimiento de las novedades de ese blog a los amigos que me honran con sus visitas. No quisiera abandonar la idea de crear una galería de retratos médicos por ese inconveniente... Recomiendo la suscripción por correo electrónico. Pero, para algo tiene el recién nacido un par de hermanos mayores, que le ayudarán a crecer y darse a conocer. Desde aquí se puede acceder a la nueva entrada pulsando sobre el nombre de su protagonista:


Perdón por las molestias, y muchas gracias.

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